LA masificación está mal vista en Sevilla. Se despotrica contra la masificación de la Semana Santa y de la Feria, e incluso de la Navidad. Por supuesto, se lamenta que Sevilla viva de un turismo masificado. Pero, al mismo tiempo, se elogia el récord de visitantes en la Catedral, el récord de ingresos en el Alcázar (que tanto agrada al Ayuntamiento), el ranking de la guía Lonely Planet, o que los hoteles permanezcan con un alto índice de ocupación en agosto, cuando antes nadie venía a Sevilla y las habitaciones se ofrecían a precios tirados por los suelos. Existe como un desequilibrio: es un quiero ser rico sin turistas, pero no puedo.

LA empresa Bluesun, fabricante de Ariel y Ambi Pur, ha trasladado su sede a Alcalá de Guadaíra desde Mataró, según se publicó la semana pasada. ¿Vendrá una avalancha? Pocos días después del traslado de sedes de La Caixa y el Banco de Sabadell, el alcalde Espadas participó en un Foro Joly. A pesar de que se refirió a varios proyectos de los de toda la vida (como la línea 3 del Metro), la gente asistente le preguntó sobre todo por el traslado de empresas a Sevilla. Esto es, por el no traslado. ¿Por qué se han mudado tantas empresas a Madrid, que es la ciudad rival de Barcelona, y a Valencia, pero no vienen a Sevilla? Oigan, ya no estamos en los años de después de la peste.

PUEDE ocurrir que esos escarceos de Juan Espadas, Beltrán Pérez y Javier Millán para el presupuesto municipal de 2018 sean sólo la puntita del iceberg de 2019. Los pactos municipales en Sevilla han sido polémicos desde las primeras elecciones democráticas. En 1979 cerraron el primer pacto de izquierda, entre el PSOE, el PSA y el PCA. Un pacto para toda Andalucía, donde los andalucistas cambiaron Sevilla por Granada a los socialistas. Eso creó un gran conflicto territorial para el PSA, pero le dio la Alcaldía sevillana a Luis Uruñuela, que era lo que buscaban. Desde el principio se creó una escuela de la componenda.

HAY que entenderlo: él no quería fusilarlos, sino que lo dijo “con ironía”. Y no era la Guerra Civil, aunque hubo lucha entre civiles. Los incidentes de Pedrera (entre la comunidad más o menos local y los rumanos) han servido para poner de manifiesto que en una sociedad supuestamente democrática también hay odio y bajas pasiones. En situaciones difíciles, se puede prender la llama del extremismo. Se lo recuerdo a los de la Memoria Histórica, que tanto tergiversan la historia y se olvidan de las circunstancias. Es muy fuerte que te quemen un coche, pero todavía peor es que te fusilen a tu hermano. En la Guerra Civil hubo fusilamientos en ambos bandos. Y en la guerrita de Pedrera, el señor alcalde, Antonio Nogales, de Izquierda Unida, pronunció palabras intolerables.

A propósito de la serie La Peste, de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, ha vuelto a la actualidad esta epidemia, ocurrida en 1649. No pocos historiadores la consideran el verdadero origen de la decadencia de Sevilla, bastante antes del traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz en 1717, que llegó cuando el declive ya era muy evidente. El alcalde, Juan Espadas, ha llegado a decir que la serie (que emitirá Movistar Plus, en formato de pago bajo demanda), servirá para hacer publicidad de Sevilla. Todo se limita a lo mismo. Era una Sevilla que se presta al reduccionismo fácil de los buenos y los malos, a la demagogia, pero que vivía una situación muy compleja.