SE suele decir que la Segunda División (ahora denominada Liga 1/2/3) es una categoría equilibrada, en la que todos los equipos salen con el objetivo de aspirar al ascenso. Quizás camuflan sus pretensiones con un toque de modestia, y afirman que la intención es llegar cuanto antes a los 50 puntos. Pero la realidad de las últimas temporadas es que con poco más de esos 50 puntos (el Huesca lo consiguió la pasada temporada con 63) se puede pelear por el ascenso. Gracias al sistema de las eliminatorias, que permite opciones a los seis primeros. Fue un acierto. Hasta el cambio de sistema, a partir de marzo, la mitad de los partidos estaban bajo sospecha de tongos.

AL salir dos futbolistas con nivel para haberse quedado (el central Aridane y el portero Jesús), el Cádiz se encuentra en el momento más difícil de la pretemporada. La plantilla de hoy es peor que la de la semana pasada. Pero queda margen para reforzar. Es preferible esperar para no cometer errores. Porque el Cádiz, a día de hoy, tiene debilitada la columna vertebral del equipo. Está peor la portería, falta un central de referencia, no se ha reforzado el centro del campo, el mediapunta tipo Aketxe está por descubrir, y no parece que los delanteros fichados vayan a conseguir los 17 goles de Ortuño.

NO entiendo esa intranquilidad que parece existir en torno al Cádiz CF. En el aspecto deportivo hay una evidente estabilidad. Es cierto que hasta ahora sólo han llegado oficialmente tres fichajes, y que ninguno apunta a titular indiscutible. Moha es una promesa; Barral es el recambio veterano de Güiza; y Marcos Mauro es un central para pelear el puesto. Sin embargo, Juan Carlos Cordero sabe que hay que tener paciencia para los fichajes más difíciles. Incluso hasta finales de agosto. El Cádiz mantiene la base de la temporada pasada, con la única excepción del ariete y el mediapunta.

PREFIERO escribir sobre fútbol que sobre tribunales. Sin embargo, se debe reconocer que ambas actividades van íntimamente unidas. No es sólo un problema del Cádiz. Ha afectado a los principales clubes españoles, y a las grandes figuras, empezando por Messi, Neymar y ahora Cristiano Ronaldo. Se puede recordar que al olor de la mierda llegaron las moscas. Y al olor del dinero del fútbol (que fluye en una abundancia insultante, si se compara con las necesidades del resto de los seres mortales) acuden personas dispuestas a invertir más o menos honradamente, pero también un tropel de embaucadores y sinvergüenzas.

EN el fútbol actual hay dos estilos: el de la cigarra y el de la hormiga. El de la cigarra se popularizó con Pelé. Siguió con el Brasil de Zico y Sócrates, que deslumbró en el Mundial de España 82; aunque lo ganó la Italia de Paolo Rossi, que jugaba en plan hormiga. El estilo de las cigarras es brillante y talentoso, pero poco dado al sacrificio, y con fragilidad defensiva. Por eso, España ha perdido la Eurocopa sub 21 frente a las hormigas alemanas. Casos así han ocurrido con frecuencia. Holanda y el Barça de Cruyff jugaban en plan cigarra. Por eso, Guardiola le añadió algunas hormiguitas por detrás, para que Messi se luciera. En lo referido al Cádiz más reciente, con Claudio se jugaba a una cigarrita de quiero y no puedo, hasta que Álvaro Cervera optó por las hormigas. Fin de las fantasías.