POR sus obras los conoceréis. Eso se decía de los alcaldes, en otros tiempos. Si había entregado para la posteridad algunas obras dignas de recuerdo, se consideraba positiva la gestión. Si no hizo nada interesante, ustedes lo disculparán. En Cádiz, cada cual recordará lo que hicieron los alcaldes y alcaldesas. Por no tener demasiada memoria histórica y hablar de José León de Carranza, nos podríamos centrar en lo que hicieron Carlos Díaz, Teófila Martínez y José María González Kichi. Y que cada cual saque sus conclusiones. Pero hoy me refiero a dos obras públicas que vienen coleando desde los tiempos de Teófila, que fueron prometidas por Kichi, y que siguen pendientes hasta llegar a Bruno. El Pabellón Portillo y el Teatro Pemán son obras que corresponden al Ayuntamiento. También están, ciertamente, las de la Junta, de todos desconocidas, porque nadie las ve, aunque las prometen.

DESDE la Transición democrática, en Cádiz hemos tenido cuatro alcaldes: Carlos Díaz (PSOE), Teófila Martínez (PP), José María González Kichi (Izquierda Gaditana de Adelante, o lo que sea) y Bruno García (PP). Todos han organizado grandes regatas. La de este fin de semana, la pidieron con Kichi y la han rematado con Bruno. Cualquier alcalde o alcaldesa de Cádiz se pirra por montar algo vistoso en el muelle. Dicen que la ciudad vive de espaldas al puerto. Esto se dice desde que lo aprovecharon para derribar las antiguas murallas en 1906. Pero la gente que se pone de espaldas es porque no quiere mirarlo de frente.

NO era sólo un buen muchacho, que salía de figurante en algunas agrupaciones de Carnaval. Si nos referimos a Francisco Moray Velatta, que era su nombre en el DNI, quizá pocos sepan identificarle. Pero Paquito del Mentidero era un personaje del Cádiz profundo, esa ciudad que ya casi no existe, y a la que no se debería ver nunca con menosprecio, ni con falsa superioridad cultural. Al contrario, Paquito era gadita, no sólo gaditano, y encarnaba las esencias festivas del Mentidero, uno de los tres barrios del folklore local, junto a Santa María y La Viña. Aunque también el más olvidado de los tres, el más venido a menos en los últimos años, cuando los pisos turísticos, la impersonalidad y una pátina de decadencia lo han sacudido demasiado.

SEGÚN algunos informes, España es el segundo país más ruidoso del mundo después de Japón. Quienes conozcan Tokyo podrán dudarlo. Mientras hay gente para todo en las oenegés, y mientras está de moda lo verde, lo ecológico, lo sano, el aire puro y todo eso, a la contaminación acústica no se la tiene en cuenta. A pesar de que está demostrado que origina enfermedades, causa inquietud y trastornos a enfermos físicos y psíquicos, y perturba a los animales. No es beneficiosa para la Seguridad Social. A pesar de lo cual, las ambulancias están entre los vehículos que más contaminación acústica causan, con sus sirenas estrepitosas. Como se puede apreciar en la Avenida principal gaditana.

A ver quién encuentra aparcamiento esta tarde, a la hora del concierto de Manuel Carrasco en el muelle. Sin darnos cuenta, Cádiz se está convirtiendo en una ciudad inaccesible. Eso se nota especialmente en los fines de semana de agosto. Y también cuando hay algo que supera lo normal: el Carnaval, la Semana Santa, espectáculos en el muelle, grandes regatas, compras de Navidad… De modo que el Cádiz de intramuros se transforma en un lugar difícil, al que hay que llegar. Y no sólo para los que viven en la ciudad, sino también para veraneantes y turistas de los municipios limítrofes de la Bahía. Como digo, en verano es cuando más se nota. Aparcar en Cádiz un fin de semana se plantea como misión casi imposible. Y ese problema irá a peor.