LA política ya no es lo que era. Antes se basaba en las ideologías y ahora sólo en el poder. De modo que avanza, y sigue avanzando, y continúa avanzando por el camino del espectáculo, más cómico que trágico, con personajes y situaciones de esperpento o vodevil. El teatro está vivo. Ahora los principales actores son llamados políticos. Todo es posible. Y, de vez en cuando, nos llegan noticias que evocan el realismo mágico. Va todo lo anterior por el supuesto pacto que se anunció entre el PP y Podemos en Sevilla para los presupuestos municipales de 2024. Parecía una inocentada. Aunque no se hizo público el 28 de diciembre.

EN pocos días, hemos tenido un barómetro electoral andaluz del Centra y ayer uno español del CIS. Resultó alarmante ver a Juan Espadas indignado, diciendo que no se creía las encuestas del Centra, que dependen de la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía. Con su incredulidad, ha avalado (por efecto boomerang) las críticas a las encuestas del CIS, que dependen del Ministerio de Presidencia del Gobierno. El presidente del CIS, José Félix Tezanos, fue puesto a dedo por Pedro Sánchez y es un reconocido militante socialista. Sánchez había incluido en 2017 a Tezanos en su Ejecutiva Federal, como secretario de Estudios y Programas. Es uno de sus gurús de referencia y depende del ministro Bolaños, el otro Félix de confianza.

SON malos tiempos para la lírica. Cierran librerías de proximidad y pocos leen poesía. Así pasa lo que pasa. En las paredes han aparecido pintadas contra los turistas. Estaríamos locos si le diéramos altavoz a todo lo que un carajote puede escribir en una pared, o incluso en las redes sociales, que puede ser parecido a un muro, y no el de Berlín precisamente. Pero es sintomático que prolifere una corriente que defiende una Sevilla sin turistas. Es lo contrario que se decía hace un siglo, cuando el apócrifo Abel Infanzón, creatura del poeta sevillano Antonio Machado, escribió: “¡Oh maravilla, Sevilla sin sevillanos, la gran Sevilla!”. Sobre eso se ha debatido en el último siglo. También sobre la relación de Luis Cernuda con Sevilla. Pero, como ya pocos leen poesía, se ha llegado a la conclusión contraria. Es mejor una Sevilla para los sevillanos y sin forasteros. Lo mismo que dice Junts en Cataluña.

PARA ser una gran ciudad lo que necesita Sevilla no es llegar a los 700.000 habitantes. Esa es una falacia impulsada desde el Ayuntamiento por los alcaldes (la disquisición viene de antiguo), porque les interesa para obtener más beneficios en los ingresos y garantizarse más concejales. Pero lo que distingue a una gran ciudad no es sólo el número de vecinos, que se deben valorar en el área metropolitana, y en tal caso Sevilla contaría con alrededor de un millón. Lo que distingue a una gran ciudad es su capacidad para ejercer una capitalidad fuerte, sobre todo en lo económico. Y para ello necesita unas infraestructuras básicas de las que todavía carece.

UNA de las mejores exposiciones para la cuesta de enero en Sevilla es la de Pedro Roldán en el Museo de Bellas Artes. Este artículo no trata de la interesante exposición, aunque la recomiendo, sino de la calle que se le dedicó a este insigne escultor, cuyo cuarto centenario se conmemora. Tener una calle en Sevilla puede ser una maravilla. O no, porque hay calles bonitas y feas. En el callejero, los criterios son incoherentes. En Sevilla, vemos calles y plazas con nombres improvisados. Así se ha llegado a una discriminación. No es lo mismo dedicar una larga avenida, o una plaza luminosa, que una callejuela de evacuar necesidades.