UN fenómeno portentoso está ocurriendo: obreros en el interior de los antiguos almacenes de Vilima. Allí, en pleno centro (en la encrucijada de las calles Lineros, y Puente y Pellón, con fachadas en Lagar y Buiza y Mensaque), este edificio ha permanecido cerrado desde 2001. Han pasado 17 años de cierre y algunas curiosidades. Algunos decían que habían visto fantasmas en su interior, incluso antes de cerrar. Pero esta vez los que yo he visto no son fantasmas, sino obreros auténticos, con sus cascos, y hasta un camión de la empresa de derribos que está actuando en el interior del edificio para su reconversión. ¿En qué? En un hotel, faltarían más.

POR razones pendulares, de costero a costero, se pasó de una avalancha de carteles de fotografías al retorno a los carteles de pinturas. Así que el Ayuntamiento, el Consejo de Cofradías, la Maestranza y toda hermandad que celebre alguna efeméride de cierto rango se unieron en el empeño de establecer dos niveles de carteles: 1. Los pintados por pintores (que eran los buenos); 2. Los fotografiados por fotógrafos (que eran los vulgares). Contra esa injusticia se rebelaron algunos irreductibles que estaban acostumbrados a revelar.

ESTOY de acuerdo en lo esencial: es preferible prevenir la caída de un olmo en el Parque de María Luisa que curar en el Hospital Virgen del Rocío a la criaturita que sufra el leñazo. Ayer fue   jornada de alerta amarilla opor vientos y lluvia. Dieron la orden de cerrar los parques el 28-F. Partiendo de esa prudencia, sin duda con fundamentos, también hay que decir que si se extendiera la misma vara de medir al callejero urbano, a lo mejor habría que cerrar algunas calles y plazas, donde se cimbrean ejemplares de mírame y no me toques.

IGUAL que hay raciones y medias raciones, puede haber huelgas y medias huelgas. O bien cierres y medios cierres. Es lo que están planteando algunos bares para la Semana Santa, a la vista de que no paran de incordiarlos, con unas exigencias y con otras. El presidente de la Asociación de Hosteleros de Sevilla, Pablo Arenas, dijo la semana pasada que los están “criminalizando”, como si fueran los responsables de los incidentes de la Madrugada. Aparte de que están disconformes con el tratamiento que dan a sus veladores antes de que lleguen las cofradías. El sector hostelero está molesto. Como lo está también el sector cofrade, pues parece que estamos preparando la guerra de la independencia.

LA gente con automóvil siempre se ha quejado en Sevilla por los cortes de tráfico. Esta es una de las ciudades en las que más se practica esa actividad, tanto en cantidad como en calidad. Así que una fiesta menor, o manifestación chunga, o competición amistosa que no lleve implícito un buen corte de tráfico, se debe considerar de inferior rango. Los mismos que se quejan saben que es por su bien. Todos los delegados de Tráfico y responsables de la Policía Local han caído antipáticos. Como si ellos tuvieran la culpa. El actual alcalde, como le gusta cuadrar el círculo, puso al frente de los cortes de tráfico a Juan Carlos Cabrera, a sabiendas de que cae bien por otros motivos. Pero los cortes no se han perdido.