EN Sevilla el Miércoles de Ceniza es un día agridulce. Por un lado, se nos recuerda que estamos destinados a convertirnos en ceniza. Por otro lado, sabemos que empieza la Cuaresma, que desembocará en el Domingo de Ramos y la Semana Santa, que es tanto como decir el gozo, la pasión, la esperanza, la promesa de una vida eterna. Pero entre el presente y el futuro, o entre los recuerdos, se nos escapan las otras cenizas de Sevilla: existe una larga Cuaresma de sufrimientos, que no vemos o no queremos ver. Ese cinturón de las periferias donde los sentimientos han sido humillados, donde las esperanzas son arrasadas, donde pocos creen en algo que no sea sobrevivir hoy. Esas periferias que están ahí, a donde irá en 2020 el Señor del Gran Poder. Pero a donde hay que llegar todos los días.

EL pasado 28 de febrero Diario de Sevilla cumplió 20 años. Podemos pensar que 20 años no es nada en la vida de una ciudad como la capital de Andalucía. Y que, por el contrario, 20 años es un tiempo considerable en la vida de un periódico (sobre todo de un periódico de papel), pues los hubo que duraron menos y ya no existen. Pero no iba a escribir de nosotros mismos, un artículo autobiográfico, sino que en la primera portada de Diario de Sevilla abría la siguiente noticia: Tablada moverá más de 250.000 millones. Aclaremos que todavía eran millones de pesetas. Soy enemigo de publicar profecías a cinco columnas. Ahí encontrarán un motivo. Todavía están moviendo los millones de Tablada y mareando a la perdiz. Conclusión: ná de ná.

HOY es lunes de Carnaval, aunque en Sevilla se nota poco. Algunos se van a Cádiz, donde es fiesta local. En Sevilla bailan los seises en la Catedral y se convoca un triduo de desagravio. Desde los años de la Transición se sabe que el Carnaval de Sevilla se celebra en Cádiz, lo que ha sido una gran habilidad. Es una fiesta sucia, que deja las calles guarrísimas, y que aquí sería criticada, dura para Lipasam. En Cádiz también es criticada, a pesar de que en los tiempos de Teófila Martínez ganaron la Escoba de Plata en el concurso de las ciudades más limpias de España. Pero un Carnaval en Sevilla sería insostenible, ya no estamos en los tiempos de las murgas de la Alameda.

SEGÚN parece, Barack Obama es el míster Marshall de Juan Espadas. Sostienen algunos que, en realidad, la vocación frustrada del alcalde sería presidir un club de de fans, ya que muestra una cierta tendencia a la mitomanía. Así disfruta con los actores, las actrices y los cineastas en general, con los famosos de todo tipo, y singularmente con Obama, que parece su ídolo. Queda atrás la decepción que supuso aquella bienvenida estropeada en 2016, cuando todavía era presidente de los EEUU. Pero ahora, cuando ha entrado en el club de los presidentes perdidos (como Felipe González y José María Aznar, entre otros), era más fácil que viniera, y va a venir, claro que sí.

HOY los caminos de Sevilla se convierten en calles de la Amargura que llevan hacia el Nazareno y su Madre. Es primer viernes de marzo, arden los cirios con una luz que oscila en las tinieblas. Todavía no es Cuaresma, todavía la ceniza no es el recuerdo de nuestro futuro imperfecto. La Semana Santa viene con parsimonia exagerada, como si no se atreviera a entrar en la ciudad de sus sueños. Pero el primer viernes de marzo ya está aquí, como un recordatorio de que la primavera nos acecha, y se oculta entre los atardeceres cárdenos que ya demoran la luz sobre el río, en los horizontes poéticos del Aljarafe.