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EL tranvía ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Ha tardado lo suyo, y un poco más. Por cierto, es muy lamentable que los mismos que exigieron y aprobaron un tranvía de la Bahía, entre Chiclana y Cádiz, digan ahora que es un servicio inútil. Y hasta lamenten que se llegará antes en el autobús de los Comes. Eso se sabía desde antes de empezar las obras. Y es curioso que culpen a la Junta de Andalucía, precisamente cuando va a poner ya el servicio en marcha. A la Junta de Andalucía que gobierna el PP, y no el PSOE, que fue el partido que tuvo la idea de crear ese tranvía, en tiempos de Manuel Chaves.

Un apunte de memoria histórica: la Junta de entonces (o sea, la presidida por Chaves) defendió a capa y espada que pasara por la calle Real y destrozara el centro de San Fernando, en contra de la opinión de muchos vecinos isleños. Después pelearon con Renfe para que les dejara utilizar la vía del tren a Cádiz. Es una medida que perjudica a los Cercanías y dificulta que puedan circular más trenes de velocidad alta con Madrid.

También es verdad que se hubiera montado un gran escándalo si el PP y Ciudadanos, al llegar al Gobierno andaluz, le hubieran dado un carpetazo al tranvía de la Bahía. Hubiéramos tenido otro agravio. Hay motivos para sentirse agraviados, como el hospital de Puntales y la Ciudad de la Justicia. Pero también se despilfarra el dinero público, como la propuesta de gastar 50 millones en trasladar una facultad desde el campus de Puerto Real al edificio de Valcárcel, que se podía utilizar para otros fines; y gastando 267 millones (de los que 130 millones han sido financiados con fondos europeos) en el Trambahía, para criticarlo desde antes de empezar.

Sobre el papel, el proyecto se veía muy bonito. Son dos líneas de tranvía (una que empieza ya entre Cádiz y Chiclana; y otra futurible entre Cádiz y Jerez por el puente de la Constitución) para que funcione como un Metro ligero. Eso de ligero suena a cachondeo, ya que entre Cádiz y Chiclana hay 21 paradas y tardará una hora en el recorrido completo. Además de que la mitad de los tranvías no llegarán hasta Cádiz. Las frecuencias del servicio parecen más propias de los trenes de Cercanías que de los metros ligeros o lentos.

Pero aumentar las frecuencias supondría gastar más dinero, con dudosos resultados. La oferta se deberá adecuar a la demanda. Una vez que el tranvía esté en funcionamiento, hay que evaluar su utilización. Enderezar este entuerto no será sencillo, hay que intentar la cuadratura del círculo vicioso: el mejor uso y las menores pérdidas.

José Joaquín León