SE le advirtió por activa y por pasiva. Las personas que apreciamos a Juan Espadas sabíamos que estaba cometiendo un disparate. No era su momento para ir a la guillotina política. No era su momento para renunciar a la Alcaldía de Sevilla, ciudad que no es como Villaconejo de los Montes, sino el cuarto municipio de España en población y la capital de Andalucía. Los sevillanos y las sevillanas son muy suyos, aunque no todos iguales. No se ha entendido su decisión. Pero más ha sorprendido la campaña del ex alcalde, como si fuera el delegado del Gobierno de Frankenstein en Andalucía. Hay cosas que uno nunca debe decir, si no se las cree. Emiliano García-Page, por citar a uno de sus compañeros, limita el número de trágalas a las mínimas e imprescindibles. Y si bajan al sur el presidente, los ministros y ministras, y hasta Adriana Lastra con sus malas pulgas, y dicen lo que dijeron, la catástrofe es inevitable.

SEVILLA sabe mezclar tradición y modernidad, se podría decir. El pasado viernes, se publicó en el Diario lo siguiente: “La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ha visitado esta semana Roma y, en el primer Festival sobre la Nueva Bauhaus Europea, ha puesto a Sevilla y a la futura sede del Centro Común de Investigación (JRC) en el Parque Científico y Tecnológico Cartuja como ejemplo de crecimiento sostenible y transición ecológica”. La oficina de prensa del Vaticano distribuyó una foto, en la que aparece el Papa Francisco observando el proyecto sevillano que le mostraba la presidenta de la CE.

EL Senado está de moda. Allí es donde debaten los hombres y las mujeres de moda, que diría Juanma Moreno. El mismo martes en que debatieron Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo por vez primera, hubo otro debate a la sevillana, a cuento del IVA de las sillas de la carrera oficial. Protagonizado por María Jesús Montero y José Luis Sanz. Mientras en el Congreso de los Diputados discutían por la prostitución, en el Senado la cosa estaba más elevada. El Congreso de los Diputados ha perdido interés. Hasta Macarena Olona se irá del Congreso, donde se ha labrado una fama de azotadora que ella está exhibiendo de Despeñaperros abajo, en ese lugar aún llamado Andalucía, nuestra nacionalidad histórica.

HOY vuelve la selección a Sevilla, con el partido España-Portugal de la Nations League, que se disputará en el estadio Benito Villamarín. No se esperan incidentes dignos de mención en Heliópolis. Al menos, no como los ocurridos en la final de la Champions en París, con los altercados, robos y desmanes en Saint Denis y sus cercanías. Comparado con aquello, los sucesos de la final de la Europa League en Sevilla se pueden considerar pecata minuta, aunque los seguidores alemanes y escoceses se pelearan, con sillas volando, en la esquina de la Puerta de la Carne, a pocos metros del mercado fantasma. Para las ciudades que acogen eventos (y Sevilla es una de las grandes) hay un nuevo riesgo: la eventofobia. ¿Benefician a la ciudad o deterioran su imagen y la marca para el turismo?

SIEMPRE que publican los datos del Instituto Nacional de Estadística, nuestros políticos y políticas quedan en evidencia. Otra vez aparece el mismo titular: “Sevilla tiene los barrios más pobres de España”. En los datos oficiales de después de la pandemia, vuelve a ocurrir. El Polígono Sur y Los Pajaritos son los barrios más pobres de España. Además, Torreblanca aparece como el cuarto más pobre en el ranking. Y también están Las Letanías-La Oliva (10), Palmete (12) y el Polígono Norte (13). Hay que puntualizar que estas estadísticas empiezan a ser discutidas y son discutibles (sin dudar de su fondo de razón), y que no se refieren a toda España, sino sólo a las ciudades con más de 250.000 habitantes. Por lo que pudieran existir otros barrios más paupérrimos en ciudades pequeñas. Aunque eso sería un consuelo de tontos.