ALGUNOS reputados gastrónomos piensan que las estrellas de Michelín son un camelín. Es decir, que están sobrevaloradas, y que se quedan con la gente. Sin embargo, es como una biblia de la gastronomía para ciertos comensales. Así encumbran o despeñan restaurantes, no siempre con criterios ajustados a la realidad. Es cierto que el libro de los gustos culinarios no se puede limitar a una opinión, a veces discutible. En ese sentido, se debe señalar que Sevilla está maltratada en la Guía Michelín. En el cómputo de estrellas de la gastronomía española, Sevilla no sólo aparece por detrás de las principales capitales, sino incluso peor que algunos pueblos.

LA guerra no ha terminado. O eso parece. Han pasado dos semanas desde que los restos mortales de los generales Queipo de Llano y Bohórquez fueron desalojados de la basílica de la Macarena. A los que estuvieron incordiando, durante varios años, para que salieran de allí, y a los que esperaban que se quedaran hasta el juicio final, les parece mentira, pero es verdad. Por consiguiente, la basílica de la Macarena ya no tiene nada que ver con la Ley de Memoria Democrática. La basílica debe ser visitada y considerada únicamente como lo que es: un lugar de culto religioso, donde se venera a la Esperanza, una de las imágenes religiosas de más universal devoción, así como al Señor de la Sentencia, la Virgen del Rosario, etcétera. Merece respeto.

LOS tiempos degeneran una barbaridad. ¿Se acuerdan de la Exposición Universal de 1992? ¿Se acuerdan de los años previos, con aquel enorme ajetreo de las obras? Un periodista checo, que había venido a Sevilla en 1991 para un reportaje, me expresó su sorpresa después de pasar una tarde por una carretera en obras, sin asfaltar, y ver, a la mañana siguiente, que ya estaba asfaltada. “En mi país sería imposible, tardarían varios meses”, dijo. Sin duda, eran otros tiempos. En 2029, se celebrará el Centenario de la Exposición Iberoamericana. Sería bonito llegar a tan señalada fecha con la línea 3 del Metro (que es la segunda, no la tercera) ya inaugurada, y con el puente sobre el Guadalquivir de la SE-40 ya inaugurado. Pero va a ser que no. Son los trámites, señoras y señores, los trámites…

SIEMPRE que una imagen de gran devoción es restaurada suele haber polémica. Por eso, la buena acogida de los trabajos realizados a la Esperanza de Triana es un éxito para su restaurador, Pedro Manzano, y para la Junta de Gobierno, que preside Sergio Sopeña. La acogida ha sido positiva, por el evidente buen resultado. Y se debe precisar que la restauración no ha sido revolucionaria, ni se ha recuperado ninguna policromía de los tiempos del catapum. Porque la policromía que luce hoy la Esperanza de Triana es la de antes de la restauración: la que le hizo Luis Álvarez Duarte en 1989, que ha sido limpiada y consolidada después del deterioro de 33 años.

EL presidente de la Junta, Juanma Moreno, pasó por Barcelona el lunes, en son de paz, para hablar de Andalucía en el Foro de La Vanguardia. Anunció que la Junta abrirá su tercera oficina o embajada en Barcelona, tras las de Madrid y Bruselas, pero no para que vengan ricos catalanes, sino para fomentar las relaciones. Como han advertido desde Cataluña, los ricos catalanes que se querían aprovechar ya se han trasladado a Madrid, donde la fiscalidad es más liviana que en Andalucía. En la capital cuentan con las ventajas de la centralidad, las mejores infraestructuras y más desarrollo. Eso nos lleva a una de las claves del problema andaluz, y de Sevilla en particular: el centralismo para invertir.