A la gente le gusta quejarse y protestar. Esto no lo han inventado los sindicatos de clase ni el sindicato de Vox, sino que lo aprenden los bebés desde que nacen. “El que no llora, no mama”, advierte el rico refranero español. Con la Feria de Sevilla pasa lo mismo. En 2023 cumplirá medio siglo desde el traslado al real de Los Remedios. Pero lo curioso es que los vecinos de Los Remedios llevan medio siglo quejándose por el traslado de la Feria y en 2023 lo quieren celebrar. Precisamente, cuando la gente se queja por las bullas de este año, y los partidarios de cambios insinúan que se debería mudar otra vez, al Charco de la Pava, o a meterse en otro charco, donde sea.

LA muerte de Carlos Amigo Vallejo, a los 87 años, nos parece prematura. Aún tenía mucho que decir y que hacer en Sevilla, a la que mantenía en el corazón. Esta archidiócesis tiene un arzobispo, José Ángel Saiz, y tenía dos eméritos, Carlos Amigo y Juan José Asenjo, que formaban un singular triunvirato espiritual. De sensibilidades bien diferentes, el magisterio religioso de monseñor Amigo ha calado y dejado huella. Fue un arzobispo que colmó una etapa trascendental para la Iglesia de Sevilla. Estuvo al frente desde 1982 a 2009. Llegó poco antes del triunfo de Felipe González y se fue todavía con José Luis Rodríguez Zapatero. Por medio estuvieron los ocho años de José María Aznar. En la Junta sólo conoció a presidentes socialistas. Y convivió con alcaldes del PSOE, PSA y PP.

EN la Semana Santa, los servicios municipales son como los árbitros: funcionan mejor cuando pasan inadvertidos. Si los servicios municipales adquieren protagonismo en Semana Santa, es mala señal. Los servicios municipales sevillanos también tienen su sala de VAR, o de lo que sea, que está en el Ayuntamiento. Este VAR de la video vigilancia interviene poco. En los bares se enfadan con el cuarto árbitro de la Policía Local, cuando acude a leerles la cartilla, quizás una hora antes, por si acaso. Pero los servicios municipales deben funcionar, sí o sí; o después llegarán las quejas al alcalde y se formará la tángana en el Pleno municipal. Antonio Muñoz, en Semana Santa, ha sido discreto. Estuvo donde debía estar, pero sin alardear de nada.

LA exaltación de la mantilla, al llegar otro Jueves Santo, es oportuna. Exaltación porque la mantilla es muy recomendable para ver la Exaltación. Y para ir a los Oficios del Jueves Santo. Y para visitar los siete sagrarios, como mandan las tradiciones. Esos sagrarios pobres conventuales, de los que escribió Romero Murube, o esos sagrarios donde las hermandades reflejan su devoción al Santísimo. Pero el Jueves Santo es un día tan denso, y tan intenso, que algunas señoras y señoritas sólo usan la mantilla para ver un par de procesiones y merendar un café con torrija. No seré yo quien juzgue los gustos de cada uno. Ni el día del Amor Fraterno es adecuado para tirarle una piedra simbólica a nadie, duchados o sin duchar. La mantilla es una costumbre muy bonita que no se debe perder. Esto lo vengo oyendo desde hace medio siglo.

EL pasado sábado (o sea en la víspera del Pregón de la Semana Santa) muchas personas se vieron sorprendidas por una procesión en el centro de Sevilla. En este caso se trataba de la Abnegación de San Bernardo, una salida procesional con orígenes en una cruz de mayo que comenzó hace 30 años. La procesión estaba organizada por la Asociación Cultural Cofrade (sic) que la sustenta. El paso, en madera de carpintería, ya no llevaba sólo al Señor con iconografía de Cautivo, como otros años, sino que ahora es un misterio con siete imágenes. Las seis figuras secundarias han sido realizadas por el imaginero Ramón Martín y se estrenaban este año. Era una procesión tipo vísperas incipiente, con todos sus avíos. Pero que no tiene papeles eclesiásticos y sólo está autorizada por lo civil.