AL poco tiempo de ser elegido alcalde José María González Santos, en algunos medios de comunicación forasteros del mundo mundial  empezaron a denominar a Cádiz como Kichilandia. Por supuesto, lo hicieron algunos que no habían venido siquiera, por lo que ignoraban el estado de la ciudad. Se dejaron llevar por falsas impresiones, algunas propagadas por el propio alcalde, cuando habló en La Sexta de ese ambiente que convertía a Cádiz en una versión andaluza de Calcuta. O fascinados por aquella foto de Adrián Martínez de Pinillos, en volandas de la Policía, con motivo del desahucio inaugural del cambio. Cosas así, de cara a la galería del coleccionista de sorpresas.

LA ciudad de Cádiz se ha estremecido con los asuntos sociales del Carnaval. Entre los muy acuciantes problemas (como el alumbrado navideño) que amenazan nuestro futuro inmediato, se nos ha colado uno nuevo, al parecer gravísimo: la elección del presidente del jurado del Carnaval. Desde que llegó a la Alcaldía González Santos, que procedía del Callejón de los Santos (santos laicos, por supuesto), se había activado el frenesí participativo. Consiste en que la buena gente participe en todo, sin que decidan nada. Por ello, parecía normal que el presidente del jurado del Carnaval sea elegido por todos los gaditanos y gaditanas (mediante un referéndum telemático, o algo así). Sin embargo, será decidido por el propio alcalde González Santos, o la concejala María Romay, por el sistema de Digital Plus.

SON alegrías de Cai... o tristezas de Nueva York. Desde que ganó las elecciones, y aparecieron los primeros memes, todo el mundo se arranca por las alegrías de Trump. Como si hubieran vuelto Camarón y Chano Lobato. Del Tiriti tran tran tran hemos pasado al Tiriti Trump Trump Trump. Todavía Tiriti no ha tomado posesión y ya le han organizado manifestaciones de protesta, como a Rajoy en el Congreso de los Diputados. En Cádiz, la cuna de las alegrías, ya está rebautizado en aguas de la Caleta. Los más espabilados se dieron cuenta de que si Donald tuviera el apodo de Tiriti sería Tiriti Trump; o sea Tiriti Trump Trump Trump. Lo único que nos faltaba es que este gachó saliera flamenkito apaleao, como aquella chirigota de Juan Carlos. Aunque allí la apaleada es la otra.

HOY será recibido como académico de número de la Real Academia Provincial de Bellas Artes el fotógrafo Joaquín Hernández Conde, al que todo el mundo conoce en Cádiz como Kiki. Con el nombramiento de Kiki como académico, el fotoperiodismo gaditano entra en el Salón Regio de la Diputación, pero no a la bulla, como sea, para captar imágenes de los demás, sino para establecer sus poderes. Kiki es la historia de la fotografía en Cádiz desde la Transición en adelante. Ya he escrito, en otra ocasión, que fue el príncipe heredero del Reino Fotográfico de Juman. Si Juan Martínez Neto es imprescindible para conocer el tiempo del régimen anterior en Cádiz, sin Kiki no se entiende nada de lo que vino a continuación.

PARECE mentira que uno de los principales problemas de Cádiz sea la apertura de los chiringuitos en invierno. Con la situación económica que padece la ciudad, con la tasa de paro, con la pérdida de inversiones públicas y privadas, con la incapacidad de gestión que están mostrando las autoridades locales, es triste que la Junta y el Ayuntamiento se líen en una cuestión menor. Conste que soy partidario de que los chiringuitos abran en invierno. Pero esa tragedia que se ha montado carece de sentido y es exagerada.