EN los últimos tiempos apenas se presta atención al doctor Fernando Simón y a sus ocurrencias. Lejanos parecen los días en que ejercía como Oráculo de Delfos, digo de Pedro Sánchez. Así les fue a los dos, dicen algunos; pero le fue peor a España, lo único importante, según Aznar. Este Aznar es el que defendió bravamente el islote de Perejil, en 2002, en otro rifirrafe con Marruecos. ¿Lo recuerdan? Volviendo a Simón, recuerden que no lo han destituido aún, ni se ha ido a su casa, sólo a ratos se distrae y practica surf en las playas alentejanas del Portugal profundo. Simón continúa en su cargo de director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Y pronuncia conferencias. Y ofrece ruedas de prensa, aunque con menos prensa.

EN la ciudad de Cádiz, en los últimos tiempos, existe un interés muy profundo por la cultura. Quedó de manifiesto el lunes en la Librería Manuel de Falla. Las personas que pasaban por la gaditana plaza Mina, al ver tal cola, en la que no faltó alguna que otra bronca o disputa (como en toda cola gaditana digna de mención), se preguntaban con sorpresa: “¿Otra vez están repartiendo topolinos gratis en Los Italianos y llega la cola hasta la plaza Mina?”. Pero no, no era eso, sino que Paz Padilla iba a firmar su último libro, El humor de mi vida, y allí estaba su legión de admiradores y admiradoras, para comprarlo y que se lo dedicara. No sé si Paz Padilla se habrá visto en otra igual: firmando más libros que María Dueñas y Dolores Redondo juntas. A ella sí que le salió redondo.

HAY polaridad política hasta en la literatura. Una de las diferencias entre la izquierda y la derecha es que la izquierda sólo lee a sus escritores y poetas; mientras que la derecha, según sea esa derecha, no lee a nadie, o lee variado, y más a los de izquierda. Un ejemplo claro de lo anterior es José Manuel Caballero Bonald, el gran escritor recién fallecido, al que algunos destacan por simpatizar con el PCE y ser comprovinciano. ¡Ay! Sí, nacido en Jerez de la Frontera, enamorado de Sanlúcar de Barrameda, fundador de Argónida, donde creó su mundo propio, con ecos de Doñana. Ha sido de los raros escritores, como Gabriel García Márquez (por citar a otro que leen los de izquierda y algunos de derechas) capaz de convertir un espacio local en territorio universal. Pero, desde luego, lo que más se puede valorar de Caballero Bonald no es que sea tan emblemático para Sanlúcar como la manzanilla o los langostinos, sino su capacidad de escribir muchas literaturas.

UN sector de los indignados con Kichi (a los que ellos llaman fachas) está frotándose las manos desde la noche del martes. Están locos de felicidad con Isabelita Díaz Ayuso, a la que comparan con la Teo de los años del esplendor victorioso. Así como en el Génesis se advierte que una Mujer aplastará la cabeza a la serpiente del pecado, en la derecha suele ocurrir que son las mujeres las que aplastan a la izquierda más heavy. Es una curiosidad, pues mientras el podemismo alardea de feminismo morado, son los votantes de la derecha los que apuestan por las mujeres: antes por Teófila Martínez en Cádiz, ahora por Isabel Díaz Ayuso en Madrid, como también con Esperanza Aguirre.

SOY respetuoso con las personas sin hogar. Me consta que detrás de cada uno y de cada una, en general, hay historias tristes de fracasos personales, desgracias, vidas rotas, e incluso de injusticias. Ya lo he escrito en otras ocasiones. No es sólo un lumpen social de inadaptados. Aunque también haya vagabundos que eligen voluntariamente ese modus vivendi. Es necesaria la compasión. Y, principalmente, la atención social, con una asistencia eficaz, para paliar su marginalidad, para ofrecerles cobijo (aunque sea temporal) y para hacerles ver a quienes lo rechazan que ese tipo de vida no es lo normal en una sociedad del siglo XXI, sino una anomalía. También hay que dejar claro que todo no vale. Una ciudad se debe gobernar con leyes y normas para el conjunto de ciudadanos.