UN aficionado al Cádiz misterioso me ha alertado: lo que está ocurriendo en la plaza de Sevilla es como un conjuro, un sortilegio. ¡Es la maldición de la Aduana! Vaya por Dios, y por la revista Nature. ¿Y eso qué es? Pues un maleficio, en el que sólo creemos los supersticiosos y los observadores empíricos. Consiste en que desde que dijeron que había que derribar la Aduana, pues ha ocurrido exactamente lo contrario: la Aduana sigue en pie, la Aduana vive, la Aduana es lo único que funciona en esa zona de la Plaza de Sevilla. Y todo lo demás ha fracasado, o se ha retrasado, o está sufriendo un gafe que no lo aguanta ni la madre que lo parió.

LA parábola tiene la ventaja de que puede ser del agrado de todos. Incluyo ahí a los lectores de la Biblia y a los de la revista Nature. Para los creyentes, la parábola es una narración simbólica de la que se deduce una enseñanza moral o ejemplar. Mientras que para los laicos la parábola es “una curva abierta formada por dos líneas simétricas respecto de un eje, en que todos sus puntos están a la misma distancia del foco y de la directriz (que es la recta perpendicular al eje)”. En caso de maremoto, puede haber olas parabólicas, pero se puede sacar un simpecado por si acaso. En resumen, unas parábolas se entienden mejor que otras. La del hijo pródigo es sencilla; y la del rico con el camello pasando por el ojo de la aguja también. A los ricos en el Evangelio los condenan, y en España los sacuden a impuestos Pedro y Pablo. Ser rico no merece la pena. Y divorciarse tampoco, como van a ver a continuación.

POR decirlo con propiedad, en Cádiz no gobierna la extrema izquierda anticapitalista, ni los podemitas críticos, sino que se ha convertido en el feudo del coleguismo. Después de aquellas polémicas decimonónicas entre el socialismo utópico, el comunismo científico de Marx y los grupos anarquistas, que se prolongaron en el siglo pasado, hemos llegado a unos tiempos diferentes, donde las disputas judiciales se establecen entre la Biblia y la revista Nature, que sería como una biblia científica, con sus profetas laicos de Madrid. Pero en Cádiz, ajenos a esas sutilezas, se ha inventado el coleguismo, que aspira a seguir en el poder cuatro años más. Porque unidos podemos. O eso esperan.

EL Paseo Marítimo de Cádiz será uno de los grandes damnificados de los cuatro años de José María González como alcalde. Y todavía puede ser peor, porque empiezan las obras para reurbanizar una zona muy sensible desde el Hotel Playa Victoria a Cortadura, con el nuevo carril bici, la restricción del tráfico y la reforma del espacio para terrazas. Han prometido más espacio para los peatones, para los perros, para las bicicletas, para los garajes y para las terrazas de los bares. La multiplicación de los panes y los peces, gracias a Martín Vila. A la vista de lo que ha ocurrido en el tramo del Cementerio al hotel se puede temer lo peor. El único consuelo para los afectados es que en mayo de 2019 habrá elecciones municipales.

HOY es el día 12 de octubre, el día en que algunos dirigentes eruditos de Podemos (sin señalar) dicen en las redes sociales que los españoles se dedicaban a cortar cabezas de indios en América. También hicieron algunas cosas más, en realidad. En Cádiz existe una amplia vinculación con América. El esplendor comercial de la ciudad en el siglo XVIII, lo mejorcito de este puerto con el monopolio, tenía bastante que ver con América. Por eso, me ha parecido bonito el hermanamiento de Cádiz con Quito. Y todavía más bonito que el concejal David Navarro anuncie lo de Quito (sin estar loquito) en las vísperas del día de la Hispanidad, de la fiesta nacional, de la Virgen del Pilar, de la patrona de la Guardia Civil, de todo eso que es de todos los españoles, y no sólo de algunos.