SE suele decir que en Cataluña cuentan una historia falseada. En Andalucía tampoco existe claridad de ideas con respecto al 4 de diciembre de 1977. Manipulado por unos y olvidado por otros. A las generaciones de andaluces nacidas desde entonces (que son todos los menores de 40 años) hay que recordarles la verdad. Quienes vivimos el 4-D en las calles de Andalucía, como un día de paz y esperanza, tenemos el deber moral de no permitir que se manipule su legado, ni que se ensucie en la espiral de odio y revanchismo que  propagan los muchachos y muchachas de la nueva política. Por sectarismo, o por ignorancia.

CIUDADANOS es el partido de moda en las encuestas. Su dilema, en estos momentos históricos, es mirar hacia la derecha o hacia la izquierda. Como le pasa a todos los partidos de centro, puede ganar y perder votos por ambos lados. Albert Rivera ya empezó a posicionarse cuando prefirió lo liberal a lo socialdemócrata. Por lo común, en Europa, los partidos liberales y de centro tienen la llave de los gobiernos y el sostén de las coaliciones. En España, sólo la UCD ha gobernado como un partido catalogado como centrista, y eso sucedió en 1977, al principio de la democracia. Apenas duró cinco años, hasta que en 1982 llegó al poder el PSOE de Felipe.

EN la soledad de la cárcel de Estremera, las horas le parecen largas, y a ratos grises y tediosas. Las soporta con resignación. Reflexiona sobre los momentos que ha vivido, los alardes inútiles, las declaraciones sin sentido, las chulerías que sobraron, las últimas oportunidades que no aprovecharon para cambiar el destino. El preso Oriol Junqueras se confiesa creyente, católico, y se reconforta en la oración. A veces recuerda a su familia, y mira hacia el porvenir, y le inquieta el desasosiego de estropear su vida por un error de cálculo. Pero no se arrepiente. A diferencia de algunos, que se alegran de que esté entre rejas, yo lo lamento. Me parece triste, y en estos momentos poco oportuno. Recuerdo la frase lapidaria de Concepción Arenal, que fue una pionera del feminismo y la atención a los presos: “Odia el delito y compadece al delincuente”.

VUELVEN los rusos, que al parecer están agitando el cotarro en Cataluña. El ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, ha confirmado la injerencia. Según informaba ayer El País, medios del Kremlin, como RT y Sputnik, han utilizado miles de cuentas zombis en redes sociales (vinculadas también al chavismo de Venezuela), para apoyar la independencia catalana. En realidad, los rusos siempre han incordiado. Forman parte de la Memoria Histórica. Llegaron en la Segunda República, probablemente para quedarse. Eran otros rusos, ciertamente: los de Stalin. Según algunos historiadores, colaboraron en la revolución de izquierda del 34 contra la República y montaron el tinglado del Frente Popular. Entre los horrores de la Guerra Civil española, estuvo que apenas había demócratas verdaderos. La burguesía iba con el franquismo, al que apoyaban Hitler y Mussolini; mientras el proletariado iba con el Frente Popular para crear una dictadura comunista como la de los soviéticos.

UN muerto en una manifestación se puede convertir en un mártir, pero 10 políticos (o más) presos en las cárceles también. Hartitos estamos, en estos días, de que sean los principales protagonistas de la actualidad en España. Por supuesto que no están presos por sus ideas, sino por rebelión, sedición y otros delitos, que desembocaron en una declaración de independencia de Cataluña, a sabiendas y con recochineo. Un desafío circense, que el ex presidente Puigdemont ha avivado, fugándose como si fuera El Lute. El ex conseller Santi Vila, que dimitió en la víspera, no almorzó ayer en la cárcel, con lo cual se ha demostrado que la prisión era eludible para quien se arrepintiera a tiempo. Pero todo eso hay que explicarlo bien.