UN muerto en una manifestación se puede convertir en un mártir, pero 10 políticos (o más) presos en las cárceles también. Hartitos estamos, en estos días, de que sean los principales protagonistas de la actualidad en España. Por supuesto que no están presos por sus ideas, sino por rebelión, sedición y otros delitos, que desembocaron en una declaración de independencia de Cataluña, a sabiendas y con recochineo. Un desafío circense, que el ex presidente Puigdemont ha avivado, fugándose como si fuera El Lute. El ex conseller Santi Vila, que dimitió en la víspera, no almorzó ayer en la cárcel, con lo cual se ha demostrado que la prisión era eludible para quien se arrepintiera a tiempo. Pero todo eso hay que explicarlo bien.

ESTE hombre no escarmienta. Ya se comprobó el jueves, cuando por la mañana iba a decir que convocaría elecciones autonómicas, y por la tarde anunció un pleno para la independencia. Sólo le interesaba negociar lo innegociable. Ayer, una vez destituido, hizo una declaración solemne para no decir nada de lo que hará. Si es que lo sabe. Sólo quedó claro que no acepta la aplicación del 155, y que convoca a la gente “con paciencia y perseverancia” como si nada hubiera pasado. No te preocupes, Puigdemont, que también esto pasará, como escribió Milena Busquets, que es catalana. Ya te has pasado bastante. Y ahora vienen las consecuencias.

ES justo y necesario que se aplique el artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Los culpables son ellos, Puigdemont, Junqueras y los independentistas, que hicieron todo lo posible por llegar al escenario que ahora lamentan. Rajoy lo dijo con claridad: el Gobierno no ha suspendido la autonomía catalana. ¿Pero está suspendida, o no? Pues sí, la autonomía catalana fue suspendida por Puigdemont, que tiró a la basura su propio Estatuto para recorrer el camino hacia la independencia. El Senado aprobará las medidas para que vuelva la legalidad. Entre ellas, está el cese del presidente y los consejeros de la Generalitat. ¿Por un capricho? No, porque se han situado fuera de la ley. Y no sólo eso: han inventado un nuevo escenario que es inconstitucional.

UNA de las consecuencias colaterales del proceso independentista catalán es que ha servido para resituar al PP, el PSOE y Ciudadanos en la política española. “Gracias, Puigdemont”, le podrían decir Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera, si se fijaran sólo en sus conveniencias. Pero no tiene gracia, porque hay demasiado en juego.  Por otra parte, se ha visto en estos días que Pablo Iglesias y Ada Colau, lejos de ser la solución blanca, son una parte sustancial del problema oscuro, y no lo deberíamos olvidar. En el futuro, seguirán comprensivos con los independentistas, porque les interesa cargarse el Estado; o sea, cargarse la España de hoy.

ASÍ que cuando estaban en lo mejor para ellos (para los independentistas, se entiende) llegó el gatillazo. Fue una gran decepción, que los revolucionarios desenfrenados de la CUP no le perdonarán. Cuando estaban a punto de alcanzar el éxtasis tan esperado, él se vino abajo, y dijo que no podía. Así que lo proclamaba, pero reconoció que lo suspendía, y que había llegado el momento de dialogar. A ver si la próxima vez le sale mejor. Uno de los expertos que mejor conoce este asunto, Josep Borrell, lo resumió en una frase profética tuitera: “Evitarán la tragedia, pero continuarán la comedia”.