SER pensionista en este país parece una fortuna, pero es una desgracia. Ahora se ha puesto de moda, en plena oleada de populismo, que le quieran meter mano a los pensionistas y los sitúen al nivel de los ricos. Es raro que Juanma Moreno no quiera atraer a ricos pensionistas catalanes, para que se apalanquen en Andalucía, en vez de viajar barato con el Imserso. A los pensionistas les tienen cochina envidia, porque cumplen el sueño de una parte de los españoles: cobrar sin trabajar. Pero no es por casualidad, ni porque les haya tocado el Gordo de Navidad, sino porque cotizaron antes a la Seguridad Social (detalle que se omite) y siguen pagando su IRPF a Hacienda (detalle que asimismo se omite). Así que si les suben la pensión, ellos cobrarán más, y Hacienda también, porque los pensionistas ricos (o menos pobres) contribuyen.

HAN pasado cinco años desde el referéndum ilegal convocado en Cataluña el 1 de octubre de 2017. Fue un desastre para Cataluña y para España, y lo sigue siendo todavía, aunque no se quiera reconocer. Hoy el laberinto catalán sigue sin ninguna pista de soluciones, ya que los principales partidos de España (PSOE y PP) y Cataluña (ERC y Junts) están en una dinámica de intereses electoralistas, sin posibilidad de arreglos a corto plazo. Y las autonomías del resto de España (entre ellas Andalucía, que es la más grande) sufren una mala financiación, que guarda relación con ese conflicto.

ENTRE Cataluña y Andalucía ha existido una relación especial. Durante los años de la emigración en el franquismo, se decía que Cataluña era la novena provincia andaluza. En 1980, como se ha recordado, el PSA se presentó a las elecciones catalanas y obtuvo dos escaños. De ahí hemos pasado a la propuesta de Juanma Moreno para que los catalanes ricos vengan a Andalucía a invertir y se ahorren el impuesto del patrimonio. Esa oferta ha provocado críticas políticas en Cataluña, con acusaciones de populista al presidente Juanma. Dicen que fomentará el odio entre autonomías. Hasta ahora, el odio político de los catalanes se ha fijado en Madrid (y el odio de los madrileños se ha fijado en Cataluña), por lo que Andalucía irrumpe como una tercera en discordia.

SON muy curiosas las reacciones al escrache que sufrió Macarena Olona en la Universidad de Granada. Una vez más, se ha comprobado que la democracia y la libertad de expresión es entendida por algunos según sus colores. Cuando, en la realidad, o existe para todos, o no existe. También es curioso que las universidades sean los escenarios predilectos de los radicales para impedir la libertad de opinar. Obviamente, muy pocos universitarios son así, e incluso es raro que esos revoltosos estudien en alguna facultad, ya que en su mayoría son ninis alborotadores. Y también se debe precisar que esos violentos son de extrema izquierda.

LA principal habilidad de la vicepresidenta Yolanda Díaz es que dice las paridas con una sonrisa. Y, como no es una niñata, se le toma en poca consideración el alcance de sus chuminadas. A la ministra Margarita Robles, que se la toma en serio, la pone atacada de los nervios. Ha vuelto a proponer algo irrealizable. Primero dijo que pondría un límite a los precios del pan y la leche, para que los pobres no pasen hambre. Después, cuando le replicaron que era imposible, ha pasado a apoyar la campaña de un híper de 30 productos por 30 euros, siempre y cuando los productos sean de su agrado. El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, dijo en Barcelona que la vicepresidenta pretende “una planificación soviética” de los alimentos. Con el telón de acero hemos topado.