EL Partido Popular fue fundado por Manuel Fraga en enero de 1989, cuando le quedó claro que con Alianza Popular jamás le ganaría al PSOE de Felipe González. La idea fundacional era aglutinar en un partido al centro y la derecha, en sus diversas familias ideológicas: conservadores, demócratas cristianos, liberales e incluso socialdemócratas no socialistas, sin excluir a los autonomistas no separatistas. Es decir, la idea era la misma de la UCD en los albores de la democracia. Por eso, el PP, que nació de la refundación de AP, también integró a políticos procedentes de UCD. Y por eso el PP, antes o después, ha engullido a todos los partidos de centro que se han creado, como el CDS, UPyD o Ciudadanos. Porque ese espacio ya está ocupado. Y sólo se desocupa cuando se equivocan y giran demasiado a la derecha.

LA gente maledicente, que se manifiesta, lo está diciendo: Pedro Sánchez viajó a Israel, Palestina y Egipto a montar la tercera guerra mundial, para que nos olvidemos de la amnistía y de sus ministros y ministras. La gente maledicente insiste: Pedro un día dice algo y al siguiente lo contrario. Por eso, no te enfades, Netayanhu, que casi todo es mentira. Sus monaguillos laicos dijeron que, en el nuevo Gobierno, Pedro Sánchez reduciría los ministerios y apostaría por un perfil más político. Al final, son 22 ministerios 22, no han disminuido. El perfil político consistía en cargarse a las chicas de Podemos. Ione tenía cara de marcha fúnebre, mientras a Irene se le saltaban las lágrimas, pletórica de indignación.

NO es cierto que Pedro Sánchez haya dado un golpe de Estado para seguir como presidente del Gobierno. Decir eso es una necedad. Tampoco se puede considerar ilegal su investidura, porque la alcanzó con mayoría parlamentaria. Y, por cierto, la hubiera ganado también con la abstención de Junts (por 172 a 171), gracias al voto canario. No se le puede negar a Pedro Sánchez su habilidad de malabarista para adquirir votos a cambio de prebendas. No es ilegal. Pero tampoco se puede considerar legítimo. Porque gobernará pagando el peaje de una amnistía que rechazan la mayoría de los españoles y que no ha sido sometida a consulta en las urnas.

PARA entender lo que sucede en este país hay que situarse en el lugar del personaje. Pedro Sánchez se comporta como un psicópata del poder. Puede pervertir todo para alcanzar esa obsesión. Ha actuado a la desesperada, ha aceptado condiciones intolerables, ha tragado lo que hiciera falta, porque sabe que es su última oportunidad para seguir como presidente del Gobierno. Después de haberse enfangado en el charco de la amnistía, sabe que perderá las próximas elecciones. Por eso, ha esquivado el regreso a las urnas, tras las consultas al CIS y la confirmación de que no ganaría. Por eso, intenta engañar a la gente, diciendo que hace virtud de la necesidad.

SÓLO algunos se han atrevido a decirlo, pero conceder la amnistía a Puigdemont y demás condenados es un agravio al Rey. En esta semana, cuando la monarquía ha adquirido protagonismo con la jura de la princesa Leonor, no se debe olvidar lo que ocurrió en Cataluña en 2017. El 3 de octubre, dos días después del referéndum ilegal (por el que fueron condenados unos y por el que otros huyeron como prófugos), el Rey se pronunció en defensa de la Constitución y el Estatuto, y contra el referéndum ilegal, en un discurso que se debe reproducir para quienes tienen mala memoria histórica. Seis años después, con la amnistía, se obligará al Rey a un trágala. A pesar de que los de Junts, ERC y los comunes de Ada Colau no le han pedido perdón por los muchos desprecios desde su discurso.