DICHO así, Los oligarcas, me suena a comparsa del Carnaval de Cádiz. Los oligarcas, con letra y música de Vladimir Putin Guerrita, comparsa de Moscú. Estos días se habla mucho de los oligarcas rusos, a los que se atribuye el mantenimiento de Putin en el poder. En Moscú ya no mandan los comunistas soviéticos, que se expandieron bajo el patrocinio de Lenin y Stalin, y dieron lugar a la KGB, donde trabajó el muchacho. En el siglo XXI mandan los oligarcas, a los que ya se refería Aristóteles en la antigua Grecia. De ellos también se hablaba en el franquismo. Pero después se dejó de hablar, hasta que han reaparecido en Rusia, como hijos de Putin, o como sus padres financieros.

CON esa simpleza que les caracteriza, Pedro Sánchez y sus ministros ya han calificado a los transportistas en huelga: son de ultraderecha. En este país, las ideologías políticas se dividen en dos: la izquierda y la ultraderecha. La izquierda son los progresistas buenos y la ultraderecha son los fachas malos. No se contempla que igual que existe la extrema derecha también la extrema izquierda, con la que ha pactado el PSOE y les ha cedido cinco carteras de ministros y ministras. Tampoco se contempla que existe el centro, el centro derecha y la derecha democrática. Porque también dicen que la derecha española no es como la europea, que al parecer es una derecha que les parece de izquierda. Pero estas paparruchas cada vez les sirven para menos, como se vio en Castilla y León. Y como se está viendo en las carreteras y supermercados de España con los nuevos indignados.

EL pacto de Castilla y León ha roto la última línea roja que quedaba: la entrada de Vox en un Gobierno autonómico. A pesar de que Vox es un partido que defiende una España centralista, y es contrario a las autonomías. Este pacto daría para un ensayo, más que para un artículo, y tiene repercusiones insospechadas. Es muy importante, no sólo para Castilla y León, donde se aplicará, sino también para Andalucía, para España y para la Humanidad. Desde un punto de vista estrictamente político, es la consumación de la estupidez que cometió Alfonso Fernández Mañueco, inducido por Pablo Casado (que ahora se lava las manos con cinismo), forzando unas elecciones innecesarias, para pasar de gobernar con Ciudadanos a Vox. Es decir, todo viene de una pifia del PP.

LAS guerras son malas para la humanidad, siempre es preferible la paz, pero la paz se debe basar en la justicia. En España, la guerra provocada por la Rusia de Putin, con su invasión de Ucrania, ha servido para retratar a algunos falsos progresistas de Podemos, que son muy carcas. Viven anclados en el mundo de hace 70 años, cuando el comunismo mundial dependía de la Unión Soviética y tenía a EEUU, la Europa libre, la democracia y la libertad como enemigos. Actúan, además, con una ideología marxista de manual, que es de lo más antigua, pues se refiere a otro mundo ya inexistente, el del siglo XIX. Está por ver que un filósofo inteligente, como era Karl Marx, hoy fuera marxista del Marx viejuno. A lo mejor era de centro-izquierda, como diría Maduro el de Venezuela.

UNA diferencia notable entre Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado Blanco es que Feijóo ha ganado cuatro elecciones con mayoría absoluta en Galicia y Casado ninguna en España. Pero eso tampoco significa que Casado sea lelo, pues en las últimas primarias de su partido aprovechó la rivalidad entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal para ganar el liderazgo de su partido como tercera vía. En aquel cónclave del PP casi todos los afines a Feijóo (incluidos los andaluces de Juanma Moreno) apoyaron a Soraya. Después, en la rivalidad entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, ha aparecido el gallego Feijóo como la tercera vía, por no decir la única posible, para evitar el siniestro total del PP. Y con ello se comprueba que votar y elegir no es lo mismo que acertar. A veces sólo se acierta después de haberse equivocado.