EL ministro Alberto Garzón es un ejemplo de lo que no debe ser un ministro. Por eso, no se pueden disculpar sus errores. No vale con decir que son garzonadas. No se le puede tratar como a los niños traviesos y metepatas. La vicepresidenta Yolanda Díaz, todavía de Unidas Podemos, ha dicho: “Es un metepatas, pero es nuestro metepatas”, lo que ha causado cierta perplejidad y ha contribuido al pitorreo general. Por eso, es justo pedir su destitución. Sería oportuno que Pedro Sánchez lo destituyera, aunque se sabe que no lo destituirá. Y no porque lo pida el PP, sino que ha conseguido indignar incluso a barones socialistas, como Lambán y García-Page, que están hartos de las pamplinas de ministros chiquilicuatres y metepatas como el citado.

UNA cuestión previa: tenemos un influjo alemán en lo político, pero lo disimulamos. En la Transición, nuestra democracia se fijó en Alemania para su reforma política, quizá porque ellos pasaron desde el nazismo a la democracia. La Fundación Konrad Adenauer  (o sea, los demócratas cristianos de la CDU) asesoró a la UCD de Adolfo Suárez, que fue un partido con demócratas cristianos, aderezado con otras incorporaciones de liberales y centristas varios. Y la Fundación Friedrich Ebert  (o sea, los socialdemócratas del SPD) asesoró al PSOE de Felipe González, que convirtió en estatuas de sal a los socialistas históricos, cuando salieron de la noche de los tiempos. Así nació nuestra democracia bipartidista.

LOS empresarios y los sindicatos pactan mejor cuando hay dinero por medio. Bien lo sabe Pedro Sánchez, que ha vuelto a demostrar sus dotes de titiritero con el acuerdo para la reforma laboral. Ha utilizado como peonas de confianza a Nadia Calviño, que tranquilizaba a los empresarios, y a Yolanda Díaz, que daba confianza a los sindicatos. Y así ha salido un texto que no entusiasma, que incumple básicamente lo que los empresarios y los sindicatos defendían ante los suyos. Sin embargo, es un documento esencial para presentarlo en Bruselas y que toque el Gordo de los fondos europeos. Cobrar es lo único importante y todos llevan participaciones.

SON 78 escaños los que necesita ella, Yolanda Díaz, para ganar a Pedro Sánchez, que se quedaría con 67 diputados en las próximas elecciones. Eso es lo que escribió el lunes pasado Iván Redondo en La Vanguardia, donde ejerce ahora como articulista y pitoniso. Así se explican los viajes de Yolanda, que montó el numerito con su vuelo concertado público/privado para la audiencia con el Papa Francisco en el Vaticano. Esta visita ha servido para que muchos se rasguen las vestiduras y califiquen al Papa de comunista y a Yolanda de monjita. A mí me dio mucha alegría, pues por un pecador o pecadora que se convierta se debe organizar una fiesta, según la parábola del hijo pródigo.

SORPRENDE que algunos insensatos del centro derecha andaluz ya den por ganadas las próximas elecciones autonómicas. Hasta la primavera o el otoño de 2022 faltan los suficientes meses para ganarlas o perderlas. Por eso, es una memez plantear si Vox va a entrar o no en el Gobierno. Pudiera darse el caso de que no hiciera falta esa suma, porque hubiera una resta. Es más, yo veo amplias posibilidades de que el PSOE recupere el poder en Andalucía. Muy especialmente si se da por seguro que Vox va a entrar en la gobernación de la Junta. Tenemos ya experiencia de muchas elecciones para saber que las mayorías anunciadas, en casos de igualdad, se pueden remontar en una campaña.