LA muerte de Tomás Balbontín ha causado un nuevo desgarrón al periodismo sevillano. En las necrológicas se ha destacado de Tomás que era un periodista de raza, lo que se suele decir de todos los periodistas cuando mueren. En su caso, fue sobre todo combativo, de ideas propias, y fustigador de concejales. Convirtió la información municipal en género periodístico por sí mismo; y como ha indicado Paco Correal, escribía a golpes, yo diría que más Bukowski que Umbral, a arreones, a impulsos. Quizá los mejores artículos son los que uno escribe indignado, porque se va al grano, sin rodeos. Precisamente Sin rodeos era el título de la sección que escribía Nicolás Salas, en sus tiempos de director de ABC de Sevilla. En aquella vieja Redacción de la calle Cardenal Ilundáin, que dirigió Nicolás, el número de bajas sigue en aumento.

A su manera, Beltrán Pérez me recuerda a esos toreros que se van despidiendo, pero no terminan de retirarse, aunque la afición ya considera que se han cortado la coleta. En su caso, se la han cortado: en la calle Génova madrileña, al alimón con Virginia Pérez, que ha consumado el tijeretazo. Ahora el grupo municipal del PP se dedicará a dar capotazos de aliño, y a poner al morlaco en suerte, para que sea José Luis Sanz el que haga la faena en las elecciones municipales de 2023. El PP quiere placear con tiempo a su candidato por la capital, y sacarlo de Tomares. Mientras que el rival socialista está por decidir, una vez que se ha consumado el salto de la rana de Juan Espadas para la Junta de Andalucía.

EL PP tiene una ocasión histórica para recuperar la Alcaldía de Sevilla. Todas las ocasiones son históricas, algunas incluso histéricas, pero ésta más todavía. Un Gobierno local como el de Juan Espadas, que a fecha del 15 de julio no ha sido capaz de poner los toldos, se ha condenado al fracaso. Aunque ahora digan que van a entoldar el centro en cinco días, quién sabe cuándo. ¿Cómo va a gobernar Espadas en Andalucía, si aún no ha sido capaz de poner unos toldos en las calles Sierpes y Tetuán? Mucho hablar de ecología y medio ambiente, de cumplir los acuerdos de París y de Kioto, de culpar a Donald Trump porque los americanos se achicharran… ¿Y aquí qué pasa? Un facha diría que con Franco había más toldos, aunque era una dictadura. Y con Zoido también, aunque ya no lo era.

LA muerte de Joaquín Sainz de la Maza, a los 71 años, víctima de un cáncer de pulmón, es dura y prematura. Aportó mucho, pero quedó la sensación de que aún podía dar más. Y, sin embargo, sus últimos años, tras la renuncia en el Consejo de Hermandades y Cofradías, ya eran de retirada. Por cuestiones personales, y también de salud, estaba como esos mayores que se retiran del mundo, y viven el presente como una prolongación dolorosa de un pasado que fue mejor. Este ya no era el tiempo cofradiero de Joaquín, que finalizó abruptamente. Pero este tiempo no sería igual sin él, sin su ejemplo, y sin aquellos maravillosos años que vivió como hermano mayor de la Macarena, en el fin de siglo, desde 1993 a 2001, siguiendo la estela de su mentor, José Luis de Pablo-Romero.

GRACIAS a la Eurocopa de fútbol, Sevilla se ha vuelto a subir al carro de los grandes eventos en las grandes ciudades europeas. La competición se está disputando en 11 sedes volanderas, desde Londres a Bakú, desde Copenhague a Roma, o desde San Petersburgo a Sevilla, entre otras. El tan denostado estadio de La Cartuja acogió los tres partidos de España en el grupo E, frente a Suecia, Polonia y Eslovaquia, así como el de octavos entre Bélgica y Portugal. Durante esos días de partidos, por las calles, vimos a turistas suecos, polacos, eslovacos, belgas y portugueses, como en los viejos tiempos de antes del Covid 19, con sus camisetas y su colorido en terrazas de bares, y dando tumbos por los alrededores de las Setas de la Encarnación. La selección española, con Luis Enrique, Morata y algunos más, se alojó en el hotel de la Torre Pelli, dotado de buenas vistas.