EN la pasada Semana Santa se han  quedado sin salir 13 cofradías y a otras seis (del Miércoles Santo) les llovió durante sus estaciones de penitencia. La Semana Santa actual está condicionada por los avances meteorológicos. La precisión ha mejorado notablemente en el siglo XXI. No me refiero a la comparación con hace medio siglo, cuando los cofrades se asomaban a la puerta de la iglesia y salían si aparecía el sol, o lo suspendían si llovía. En años no tan lejanos, se dio el caso de quedarse sin salir el Señor del Gran Poder porque existía un riesgo de lluvia del 10%. No cayó aquella madrugada ni una gota. Algunos hermanos mayores empezaron a cuestionar esos pronósticos, que les podían costar una candidatura alternativa o perder unas elecciones.

A pesar de su fama de lluvioso, el Viernes Santo sevillano es el día más grande que existe en la Semana Santa mundial. Los años que no llueve, cuando no se tuerce, podríamos ver en las calles 24 horas de cofradías casi sin interrupciones. El Viernes Santo sevillano es una locura, una exageración. Oficialmente, está dividido entre el Viernes Santo Madrugada y el Viernes Santo Tarde. Se vive como dos jornadas, como si la madrugada fuera de otro día, quizá del Jueves Santo, porque todavía no se han acostado a dormir. También tiene su mañana y su amanecer, cuando se levantan los que van a ver al Gran Poder, que si madrugan un poquito más podrían acudir también a la entrada del Silencio.

AL difundir noticias relacionadas con la Semana Santa de Sevilla se debe tener mucho cuidado. Es una fiesta marcada por la sensibilidad. Crear alarmismo ya se ha visto que se convierte en un factor de riesgo. La detención del yihadista en Marruecos, que se dio a conocer ayer, en vísperas de otra Madrugada, no llegó en el momento más oportuno. En la vigilancia policial se sabe que la discreción es importante. Los silencios de la Policía son como los silencios de Sevilla. A veces no hacen falta las palabras, cuando sólo sirven para meter la pata. Por otra parte, no es lo mismo que exista miedo a las tropelías de cuatro niñatos gamberros que situar la Semana Santa en el objetivo del yihadismo, como han hecho fuentes del Ministerio del Interior. Grande-Marlaska se ha lucido.

EL Lunes Santo de 2019 será recordado como el día en que ardió la catedral de Notre Dame de París. Era (es y será) mucho más que una catedral: un símbolo de la cultura cristiana europea, un referente del gótico, además de ser el monumento más visitado de Europa. En una ciudad como Sevilla, que tiene otra de las mejores catedrales del mundo, se entiende y se siente la magnitud de la catástrofe. Estamos en una ciudad barroca, pero también gótica. A la hora en que salía el misterio del Traslado al Sepulcro (en el que Ortega Bru recreó y personalizó la mejor imaginería neobarroca) se conocieron las noticias de Notre Dame y se vieron imágenes espantosas.

TANTO hablar y escribir que si al derecho o al revés no le hizo bien al Martes Santo. Pero cuando llega el gran día, todo eso se debe olvidar para abrir los ojos ante lo que sale a las calles. Aunque se recorra al derecho (empezando la carrera oficial en la Campana y terminando en la Catedral), este Martes Santo será diferente. Todos lo son, ciertamente. Pero hoy podremos ver estampas novedosas, algunas inéditas, en las calles de Sevilla, con los cambios de orden y de itinerarios. Cambios que nos permitirán recordar, con el paso del tiempo, lo que quizá no se repita.