ESTOY de acuerdo en lo esencial: es preferible prevenir la caída de un olmo en el Parque de María Luisa que curar en el Hospital Virgen del Rocío a la criaturita que sufra el leñazo. Ayer fue   jornada de alerta amarilla opor vientos y lluvia. Dieron la orden de cerrar los parques el 28-F. Partiendo de esa prudencia, sin duda con fundamentos, también hay que decir que si se extendiera la misma vara de medir al callejero urbano, a lo mejor habría que cerrar algunas calles y plazas, donde se cimbrean ejemplares de mírame y no me toques.

IGUAL que hay raciones y medias raciones, puede haber huelgas y medias huelgas. O bien cierres y medios cierres. Es lo que están planteando algunos bares para la Semana Santa, a la vista de que no paran de incordiarlos, con unas exigencias y con otras. El presidente de la Asociación de Hosteleros de Sevilla, Pablo Arenas, dijo la semana pasada que los están “criminalizando”, como si fueran los responsables de los incidentes de la Madrugada. Aparte de que están disconformes con el tratamiento que dan a sus veladores antes de que lleguen las cofradías. El sector hostelero está molesto. Como lo está también el sector cofrade, pues parece que estamos preparando la guerra de la independencia.

LA gente con automóvil siempre se ha quejado en Sevilla por los cortes de tráfico. Esta es una de las ciudades en las que más se practica esa actividad, tanto en cantidad como en calidad. Así que una fiesta menor, o manifestación chunga, o competición amistosa que no lleve implícito un buen corte de tráfico, se debe considerar de inferior rango. Los mismos que se quejan saben que es por su bien. Todos los delegados de Tráfico y responsables de la Policía Local han caído antipáticos. Como si ellos tuvieran la culpa. El actual alcalde, como le gusta cuadrar el círculo, puso al frente de los cortes de tráfico a Juan Carlos Cabrera, a sabiendas de que cae bien por otros motivos. Pero los cortes no se han perdido.

DECÍAMOS ayer que ser cartelista en Sevilla es una misión de alto riesgo para el pintor. Y que la responsabilidad final de la obra presentada no es sólo del autor, sino también de quién se lo encarga. Sobre este asunto existe una polémica dilatada, que en realidad se pierde en cuestiones menores o en aspectos pintorescos, cuando no catetos o de sensibilidad exagerada. Sin embargo, hay unas líneas que se deberían tener claras. Es un buen momento para reflexionar, cuando tanto se habla sobre la libertad de expresión en el arte, a propósito de lo que ha ocurrido en ARCO.

PINTAR un cartel de las fiestas mayores y menores sevillanas se ha convertido en una misión de alto riesgo para los artistas. Lo mismo se puede decir si les encargan un paño para la Verónica en la Hermandad del Valle. Se conocen casos de pintores que declinan amablemente esos ofrecimientos. Otros deciden jugarse el palmarés, en plan faena de la plaza de toros de la Real Maestranza, de donde pocos salen vivos. Y no faltan los que convierten la virtud en osadía. Al final, por compromiso, por temeridad, por valentía, o porque les interesa que se hable de ellos, casi todos los pintores sevillanos han picado.