LO he comentado en otras ocasiones: en la capital gaditana y su entorno de la Bahía, el Cádiz CF es algo más que un club. El fútbol de Primera era la principal distracción de esta comarca, ya que el ambiente del verano no continúa en invierno. Y, aunque se suele decir que todo el año es Carnaval, se trata de una afirmación falsa, porque sólo interesa de verdad en enero y febrero. Así que el fútbol, con el Cádiz CF, es importante. Y será una desgracia si se apalanca en la Segunda División, o vuelve a hundirse en el pozo de la Segunda B, de donde acaban de salir el Málaga y el Córdoba, dos clubs de dos ciudades andaluzas más habitadas que Cádiz. Y también el Deportivo de La Coruña, que incluso ganó títulos nacionales y disputó la Champions.

ADIÓS, bye, bye, agosto se acaba, con un cielo gris y un aire fresco en sus últimas mañanas, que presagian el acercamiento del otoño. Y con atardeceres más breves en la Caleta, mientras se prepara la caballa para el entierro. Sabemos lo que eso supone: Cádiz volverá a sus plataformas vecinales, y se quedará sin la población postiza que la acompaña en el mes de las vacaciones, cuando más se parece a lo que fue. Y así llega un momento para la reflexión sobre qué Cádiz hace falta. ¿Uno con más habitantes, como en agosto? ¿O uno con menos habitantes, como el que se viene abajo durante el otoño y el invierno? ¿Queremos un Cádiz sólo para los gaditanos o una ciudad abierta?

APARCAR en Santibáñez es una de las singularidades del verano gaditano. Es raro que los ecologistas en acción no hayan protestado (estarán de vacaciones), o que no se haya montado ninguna plataforma de los simpatizantes adelantados para el uso público del susodicho aparcamiento. Ahora está conquistado por las autocaravanas, parece un camping gratuito. Dándose la circunstancia de que el espacio es público y que pertenece al término de Cádiz; por tanto, es de competencia municipal. Pero todo lo que existe más allá del Ventorrillo del Chato parece que es tierra de misión, refugio de infieles, una reserva natural para nudistas y perros, atravesada por el Eurovelo de las bicis, a mayor gloria del chorlitejo y otras aves de buen agüero.

HAN vuelto a abrir el Castillo de San Sebastián en Cádiz. Esto parece una inocentada, pero es verdad. Después de seis años de cierre, la gente se había resignado a que el castillo se derrumbara. No estaba visitable para el público, se decía. Con Kichi en la Alcaldía casi nada de las murallas y baluartes que quieren convertir en patrimonio de la Humanidad estaba visitable. En realidad, es que Cádiz estaba poco visitable en todo lo que dependía de aquella corporación municipal progresista y adelantada a su tiempo. Pero miremos hacia adelante, no sólo hacia atrás. Porque al Castillo de San Sebastián sólo le han hecho un remiendo.

COMPARAR el Trofeo Ramón de Carranza de 2024 con el de sus primeros tiempos esplendorosos carece de sentido. Eran otros tiempos, y no lo digo por la política, sino por el fútbol. En las primeras ediciones, tras el triplete inicial del Sevilla, vinieron el Real Madrid de Di Stéfano y el Barcelona de Kubala a competir en partidos de altos vuelos. Y así sucedió después, incluso con equipos extranjeros plagados de figuras. Entre ellos, hay que recordar a los grandes clubes brasileños de los 80, como el Palmeiras y el Vasco da Gama, que utilizaron el Trofeo como trampolín para vender a sus figuras. Y, además, era el gran espectáculo de cierre del verano gaditano.