TENIENDO en cuenta el interés del Ayuntamiento por la reforma de la plaza de España, convendría que se fijaran bien en el Monumento de las Cortes de Cádiz. Es una herencia que todavía conserva la ciudad desde 1912. Es lo más vistoso que ha quedado de las celebraciones del Centenario de la Constitución de Cádiz. Es un monumento que actualmente presenta un estado lamentable y que necesita una restauración a fondo, con reposición de lo que se ha perdido, para que no se convierta definitivamente en las Ruinas del Cádiz de las Cortes y la Constitución de 1812. Es decir, para que no se transforme en algo esencialmente arqueológico.

NI bien, ni mal, sino todo lo contrario. El gran problema de Cádiz es que existe un vacío de poder. Desde los tiempos de Fermín Salvochea, Cayetano del Toro, Ramón de Carranza, José León de Carranza, incluso de Carlos Díaz, y evidentemente de Teófila Martínez (por citar sólo a algunos de los más conocidos) el alcalde o la alcaldesa de Cádiz han liderado la ciudad. Para bien o para mal, pues sobre gustos hay diferencias. El gran problema de José María González Santos es que no lidera nada. Y no es por falta de mayoría absoluta, sino porque cualquiera no puede ser un líder.

TENEMOS otro título: Cádiz se ha proclamado la ciudad más ruidosa de Andalucía en el ranking del Informe de Ruido de España 2016, elaborado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. En el conjunto de España ha ganado Vigo, resultando que Cádiz es la undécima; pero las 10 que tiene por delante son de otras comunidades autónomas. Los ruidos gaditanos no se están perdiendo. Así se ha reconocido oficialmente. Sorprende que un Ayuntamiento tan preocupado por el Medio Ambiente, la energía solar, las renovables y todo lo limpio mantenga a la ciudad tan sucia y tan ruidosa. O será todo de boquilla.

PARA terminar la trilogía del caos, voy a referirme a los nuevos hoteles gaditanos. La gente es muy derrotista. Creen que los últimos gaditanos se extinguirán antes de que se acabe el siglo XXI (yo hice los cálculos, según la tendencia, y es dudoso que quede algún habitante superviviente en el siglo XXII). Sin embargo, siendo esta una ciudad condenada a la extinción, resulta misterioso que de pronto tengamos un frenesí para abrir nuevos hoteles en Cádiz. Puestos a ver fantasmas, hasta vendieron uno en los presupuestos municipales de 2017.

CONTINÚA la trilogía que decíamos ayer, con el segundo episodio: la oficinitis gaditana. Esta enfermedad, todo hay que decirlo, no la ha inventado Kichi, que todavía no se ha enterado de que ya está contagiado, por no vacunarse a tiempo, ni sabe que había vacuna contra eso. La oficinitis se convirtió en epidemia en tiempos pasados. Cuando se dedicaron a construir oficinas, pensando que Cádiz ya no era como La Habana con más salero, sino como Manhattan con más comparsas. En casi todos los edificios nuevos había oficinas. Tal era la epidemia que hasta anunciaron un nuevo Hospital. Y hubo buena gente que se lo creyó, que es lo peor.