CON la muerte de Enrique Treviño, hemos perdido el último héroe de las Filipinas de aquellas radios gaditanas. Durante más de medio siglo fue la voz del Carnaval de Cádiz desde los micrófonos de Radio Juventud. Existió un Carnaval durante el franquismo; y fue el que retransmitió Enrique, que ponía su voz para que llegaran aquellas coplas, algunas censuradas y otras no hacía falta. Que no eran de unos pringaos, sino de autores como Paco Alba y Enrique Villegas, y de todo lo que vino después, con el niño Antoñito Martín, y con Pedro Romero, y con los Majara de El Puerto, y con  Joaquín Quiñones, y hasta con Martínez Ares, al que también retransmitió Enrique Treviño en ese medio siglo, como a las chirigotas de Fletilla y a los coros del Quini y a los cuartetos del Peña, y a muchos de los que envejecen y todavía se consideran nuevos carnavaleros.

ESTO lo dijo Albert Rivera, el domingo pasado, para explicar lo de Ciudadanos: “Los liberales de Cádiz han vuelto para gobernar España”. ¡Ole! Antes de reunirse en asamblea con los suyos, no se sabía lo que iba a ser Ciudadanos, porque unos querían definirse como “liberales y progresistas”, mientras que otros apostaban por ser “socialdemócratas”. Hoy en día, raros son los que en España no nos consideramos liberales, progresistas y socialdemócratas. Vale para cualquier Íñigo, lo mismo para Méndez de Vigo, que es el ministro más liberal, progresista y socialdemócrata del PP (e incluso acude a los Goya, a aguantar), como para Errejón, que es el líder más liberal, progresista y socialdemócrata de Podemos (e incluso acudirá a Vista Alegre, como el otro a los Goya).

PARECE que los abogados, los procuradores y demás familias que acuden a los Juzgados dispersos todavía no lo han entendido. Lo que van a construir en Cádiz, tras el pacto de la Junta y el Ayuntamiento, no es exactamente la Ciudad de la Justicia. Si acaso será el Pueblecito de la Justicia. No es lo mismo una ciudad que un pueblecito. Por ejemplo, se supone que las diputaciones se ocupan principalmente de los pueblecitos; sin embargo, en Cádiz, Irene García atiende también a la ciudad y echa cables. Puede que sea porque en el Ayuntamiento muchas veces se comportan como si estuvieran gobernando un pueblecito pequeño.

ENTRE las aportaciones de las pantallas LED de Cádiz, no sólo estuvieron los anuncios del segundo puente y el carril bici que todavía no se ha inaugurado. Además de informar de las farmacias de guardia, el tiempo y otros datos, se puso en marcha una campaña denominada Sin poesía no hay ciudad (el lema no era original). No sólo en las pantallas callejeras, sino también en autobuses, mupis y sitios así. Nunca fue agradecido ese gesto poético, ni siquiera por algunos culturetas que se integraron después en el plan C. Sin duda, porque la ocurrencia no había sido de ellos, ni mucho menos de Eva Tubío, que entonces era funcionaria y estaba preparando el camino al señor que viniera después. En fin, que la ocurrencia había sido del equipo de la señora Martínez.

HAY una plaza en Cádiz que está gafada. De Sevilla se llama. De Sevilla tenía que ser. Todo lo que se hace (y no se hace) allí es desastroso. Está en un enclave de los principales de la ciudad, justamente en la confluencia del transporte por mar, por tren y por carretera. A la vera del Puerto, de la estación de Renfe y de la nueva estación de autobuses. Es de lo primero que ven nuestros viajeros. Justo frente al Palacio de Congresos. En un momento dado, la anterior alcaldesa, Teófila Martínez, dijo que sería el nuevo centro. No sé si llegó a decir que sería la gran plaza del siglo XXI, o esto lo he imaginado. Ni antes, ni ahora, se redondea aquello.