EN los últimos días se está hablando de una moción de censura en Cádiz, como si la fueran a presentar. Abandonen esa ilusión. El despiste forma parte de la política municipal gaditana, cuya estrategia es de andar por casa y cojeando. Consiste en que el gobierno de Unidos Podemos ni puede gobernar (al carecer de mayoría), ni sabe (por su incompetencia), ni quiere (Kichi es el más interesado en la moción, sería un favor). Y enfrente tienen a una oposición de PP, PSOE y Ciudadanos que gesticula, sin apuntalar una alternativa. Se dice que la principal perjudicada es Cádiz. Pero se da por descontado que Cádiz es vieja y está curada de espantos, y ha aguantado más de tres mil años no se sabe cómo. Así que también resistirá a estos.

SE están perdiendo todas las buenas costumbres, hasta las inocentadas. Antes (y no me refiero a los tiempos de Franco, sino a los de Suárez, Felipe y Aznar) los periódicos del día 28 de diciembre había que mirarlos con lupa y con cautela. Para descubrir la inocentada. Después cayeron en desuso, dicen que por rigor informativo. Ahora, en los tiempos de la nueva política, ya no se publican. ¿Saben por qué? Porque las pueden leer todos los días. A las pruebas me remito. He elegido un surtido de las publicadas en 2016.

EN estas fiestas de Navidad se ha quedado Cádiz sin La Gloria. Era tradicional que en estas fechas tuvieran una amplia clientela, sobre todo para adquirir su turrón de Cádiz, que era de Cádiz-Cádiz (y no de Toledo, como el mazapán), y también los pestiños, que pasaban por ser los mejores. Con el cierre del Horno La Gloria se ha perdido una pastelería y panadería que llegó a ser la número uno de Cádiz, pero sobre todo se pierde la gloria más dulce de un pasado que se desmorona.

ERA como un cuento de Navidad. En aquellas reuniones de las mil y una noches gaditanas no se apareció un ángel, ni siquiera Scheherezade, pero llegó un hombre que dijo que todo iba a cambiar. Serían prohibidos los desahucios de las familias expulsadas de sus casas. Serían suspendidos los cortes de luz para que las pobres ancianas viudas no se murieran de frío por las noches. Serían rescatadas de las calles esas personas abandonadas, sin el techo del hogar, que acampaban en los bancos (en los callejeros y en los de cajero automático), para cobijar su desesperación. Se le daría de comer al hambriento y de beber al sediento, y posada al peregrino, y todo lo demás. Porque su sermón era como unas bienaventuranzas laicas.

SE veía venir. Era previsible. El sorteo del Gordo de Navidad ha sido como el de la Champions League. Yo no digo que pongan bolitas calientes y frías, para montarlo mejor. Pero da la tremenda casualidad de que sale lo que conviene. ¿Cuál es el equipo más flojito? Pues ese le toca casualmente al Real Madrid. Y, en el sorteo del Gordo, ha pasado lo mismo en el Teatro Real de Madrid. El segundo premio estuvo muy repartido, para un montón de provincias, incluso para Cádiz. Pero el Gordo, con todo el morterón de los millones, enterito para ellos. Para Madrid, la capital de la potra. Así les han tocado más de 600 millones de euros.