LOS informes científicos (o supuestamente científicos) sobre el coronavirus siguen levantando ampollas. Y carcajadas también. Recientemente, se ha publicado uno, elaborado por investigadores de la Universidad de Barcelona, que han detectado el SARS Cov-2 en muestras de aguas residuales que recogieron en la capital catalana el 12 de marzo de 2019. A este descubrimiento no se le ha dado la importancia mundial que merece. De ser cierto, estamos ante un acontecimiento revolucionario. Significaría que el coronavirus ya circulaba por la Cataluña de Quim Torra un año antes del 8-M; un año antes de que Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y demás se enteraran (tarde, dice ahora) de que había una pandemia o cosa parecida, y decretaran el estado de alarma en toda España.

EL ingreso mínimo vital es necesario. Pocos se atreven a discutirlo. Sin embargo, cuantas más personas lo perciban, peor. No es para sentirnos orgullosos del Estado del Bienestar, sino un síntoma obvio del Estado del Malestar. Peor aún en la provincia de Cádiz, que es la tercera de España en familias perceptoras del ingreso mínimo vital, tras Madrid y Sevilla. Un lugar nada honorífico, ya que es la octava provincia de España en número de habitantes. En la pobreza aparece muy por encima de la media nacional, y su tasa de perceptores por habitantes es la más alta de España. Ser los campeones del paro y del ingreso mínimo vital resulta chocante.

HOY empieza julio. El turismo va mal, después de la desescalada del coronavirus. Va mejor si lo comparamos con el confinamiento feroz. Pero no tiene nada que ver con otros años en la costa gaditana. No funcionó bien el turismo de andaluces entre provincias. Ni funcionó, como se esperaba, la llegada de madrileños y residentes de otras comunidades, en el pasado fin de semana. En cuanto a los extranjeros, hoy aprueban una lista parcial, pero sólo van a llegar algunos europeos (alemanes e ingleses a cuentagotas). Unos los esperan con recelos y otros temen una oleada de casos que se cargue del todo la economía de 2020. Y en esas estamos, cuando difunden la siguiente noticia: “Los rebrotes convierten a Andalucía en la región con más contagios de España”.

HAY familias muy divididas, que no se hablan ni entre ellos. Algunos, como ya no se hablan con nadie, lo hacen solos, por no perder la costumbre. En la ultraizquierda gaditana puede ocurrir algo de eso. Conste que considero como ultraizquierda a los situados más a la izquierda de la izquierda, igual que son de ultraderecha los situados más a la derecha de la derecha. Se trata de una ubicación en base a la lateralidad política. En Cádiz, puede tener mucho recorrido en los próximos meses. Ya que aquí están Teresa Rodríguez y su pareja, el alcalde Kichi, que son los queridos líderes del Anticapitalismo Andaluz, y han pasado a una relación problemática con el Podemos de Pablo Iglesias, la Izquierda Unida de Alberto Garzón, y otras familias variopintas, que caben en un autobús pero alegran el ambiente.

LAS playas avanzan en la nueva anormalidad de los brotes controlados. La gente respeta, más o menos, las medidas requeridas. Y para otear el panorama están el vigilante y la vigilanta de la playa. Es la profesión más envidiada de Cádiz. Al principio se los tomaron a cachondeo, y todos esperábamos a ver si contrataban a la prima de Pamela Anderson o al cuñado de David Hasselhoff. Pero cuando se ha visto que son como la gente sencilla, ha pasado lo de siempre: envidia, cochina envidia. He leído varios reportajes sobre los vigilantes de las playas andaluzas, y es triste que sean tratados con poco cariño. No son agentes de la autoridad, no son queus como los que ponían multas por jugar a deportes de pelota, y lo peor de todo es que tampoco son voluntarios, sino que cobran a fin de mes, como los funcionarios.