EN esta crisis del coronavirus se sigue gestionando tarde y mal, diga lo que diga Pedro Sánchez para intentar blanquear los errores de su Gobierno. Uno de los fallos que siguen cometiendo es tratar a todas las comunidades autónomas por igual. Lo siento por los centralistas, pero en esta crisis se ha demostrado que el Estado de las Autonomías es mejor (o menos malo) que la España unitaria. Los problemas de Andalucía se gestionan mejor desde aquí que desde Madrid. Y, cuando han unificado el mando, ha sido peor, porque han extendido los errores por toda España. La cosa ha llegado a un punto en que Quim Torra tiene razón en algunas de sus críticas al Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

CON todo el jaleo del coronavirus, se ha acogido con cierta resignación la espantá de Zara, que va a retirarse de la calle Columela de Cádiz, cerrando la tienda de señoras y la de caballeros. En las actuales circunstancias, con todas las tiendas cerradas, parece menos importante. Sin embargo, en un ambiente de normalización, que no se intuye en el horizonte, puede complicar aún más la recuperación del comercio en Cádiz. Las tiendas de Inditex pertenecen al imperio de Amancio Ortega, ese empresario tan odiado. Pero no se van de Cádiz porque el alcalde Kichi sea anticapitalista, sino porque no les cuadraban las cuentas del negocio.

HABÍA un silencio de Viernes Santo en Cádiz, que se palpaba en las primeras horas de la tarde. Yo lo recuerdo de mi infancia, de hace más de medio siglo ya. Cuando el cortejo matinal del Sermón de las Siete Palabras regresaba a la Santa Cueva, ese silencio se espesaba, impregnaba la ciudad. Era algo indefinible, que parecía brotar de aquel espacio misterioso. En la Santa Cueva no entraban las mujeres ni los niños, y era como un lugar iniciático, propio de caballeros de siglos antiguos, que nos parecían inaccesibles. Se hablaba de Goya, se hablaba de Haydn, a los que parecía raro relacionar con el Cádiz de la posguerra, que ya había avanzado hacia la generación del 600. El Viernes Santo era un día de lutos rigurosos.

AUNQUE esta historia sea conocida, resulta oportuno volver a contarla, porque a veces se olvida, y hay muy poca memoria histórica; o será que los recuerdos se esparcen a conveniencia. No se puede entender lo que es hoy la cofradía del Nazareno de Santa María sin la aportación de José María Pemán, que fue su hermano mayor. Ni mucho menos sin lo que hizo para crear de la nada a la Virgen de los Dolores, que había sido destruida. En el origen de la Virgen de los Dolores de Santa María está José María Pemán, está Juan Luis Vassallo, está Antonio Accame, está Gitanilla del Carmelo… Es decir, están Cádiz, los gaditanos y sus sentimientos. Pero, por encima de todo, Pemán.

EL 12 de mayo de 2005 fue bendecida, en la iglesia gaditana de Santo Domingo, la nueva imagen de la Virgen de la Esperanza. Se cumplía así el sueño de la Hermandad de las Cigarreras, cuyo hermano mayor de entonces, Julio Oliva, había conseguido que Altadis, manteniendo la histórica vinculación de la Tabacalera con la hermandad, contribuyera a la donación de esta imagen. Se la habían encargado a Luis Álvarez Duarte, que la había realizado durante los meses anteriores en su taller de la localidad sevillana de Gines. Algunos miembros de la actual Junta de Gobierno de las Cigarreras, que acudían a verla antes de que estuviera terminada, aún recuerdan aquellos días.