LOS partidos se retrataron en el inicio de la campaña municipal en Cádiz. Así como el hijo pródigo termina volviendo a casa, los partidos regresan al lugar donde se sienten motivados. Intentan mostrar lo mejor de cada casa. A algunos se les ve el plumero, sobre todo a los más carnavalescos, como Kichi, que volvió a las puertas del Gran  Teatro Falla, con Ángela Aguilera y Antonio Maíllo (en representación de Adelante Andalucía e IU), para pegar un cartel. “A ver si entramos en la final y nos dan el premio otra vez”, es el mensaje subliminal que se percibe para el gallinero, mientras que en el patio butacas sueñan con un cajonazo.

EN la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba le han llovido los elogios. No sólo desde su partido, el PSOE, sino también desde sus rivales. Especialmente llamativo es el artículo de Mariano Rajoy, que empieza diciendo: “A nosotros lo que nos falta es un Rubalcaba”. Es lo que comentaban militantes del PP, en tiempos de dificultades. Es entrañable esa afirmación porque Rubalcaba compitió con Rajoy por la Presidencia del Gobierno en 2011, cuando el PP consiguió aquella mayoría absoluta que tanto han añorado después, con 186 escaños, y el PSOE de Rubalcaba se quedó con 110, perdiendo 59 escaños. Por cierto, Pedro Sánchez sólo consiguió el mes pasado 13 escaños más que Rubalcaba. Aquel resultado de 2011 fue su tumba política. Aunque el responsable de que el PSOE perdiera el poder no fue él, sino José Luis Rodríguez Zapatero, con el que había sido vicepresidente, y pagó los errores del otro.

COMIENZA otra campaña. Ahora, las elecciones municipales. Además de las europeas, que parece como si sólo interesaran a los que van a cobrar un buen sueldo. En las municipales, funciona el aspecto cotidiano. Los candidatos ya no son Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera o Santiago Abascal. Los candidatos son personas de nuestros entornos, probablemente conocidos por muchos de sus paisanos, sobre todo en los municipios pequeños. Hay que decirlo claramente: estas elecciones no son como las generales o las andaluzas. El margen para las sorpresas es muy superior. Cada municipio es un universo, diferente a los otros.

UNO de los errores en la gestión municipal de Cádiz ha sido desaprovechar el legado iberoamericano del Bicentenario. Existe la teoría falsa de que el 2012 no sirvió para nada. No es eso, no es eso. Quienes no  han servido para nada útil en esa materia son los que vinieron después, que han desaprovechado lo que se hizo con vocación de perdurabilidad. La Casa de Iberoamérica, el Castillo de San Sebastián, el ECCO, los museos que abrieron (Litográfico, Títeres) y los que no se llegaron a abrir (Carnaval y Semana Santa), el yacimiento de Gadir que cierra cuando vienen turistas... También está mal aprovechado el Castillo de Santa Catalina, que es una joya, y que no se usa con la categoría que merece.

BANDERAS azules ondean al viento de levante, mientras las gaviotas alzan el vuelo y se enseñorean de las playas antes cautivas. Los ciudadanos no han expresado aún su voz, ni su voto, pero se intuye una nostalgia del pasado en el horizonte; mientras que en la arena, si te pones de cara al sol, te achicharras. O te pegas un pellejazo, porque han puesto un cordón sanitario que no se ve. En estos días, cualquier caricatura se considera una sorpresa, lo mismo aquella que esa. Y en las calles de la ciudad trimilenaria aparecen fantasmas, puertas que se cierran, luces que se apagan solas. La buena gente, después de la batalla de coplas, no habla de otra cosa: Cádiz ha mantenido triunfalmente las cuatro banderas azules de sus playas.