CON Brexit duro o con Brexit blando, España debe rectificar su visión de Gibraltar. Hasta ahora tenemos el síndrome de Gibraltar. Consiste en que los españoles nos preocupamos por ellos como si fuéramos sus monos. De modo que ahora, con el Brexit que pretende endurecer Borís Johnson, si se lo permiten, la principal preocupación es conseguir que no haya problemas con Gibraltar. Es decir, incumplir las normas internacionales que fijará Europa para las fronteras con el Reino Unido, a fin de no molestar a los gibraltareños, que dan más de 13.000 empleos a vecinos de La Línea, según algunas versiones. Dicen que nada debería cambiar.

UNA de las curiosidades del verano político ha sido la propuesta de coalición España Suma. Es una idea coherente para unir las fuerzas del PP y Ciudadanos, que han demostrado en Andalucía sus posibilidades de formar un gobierno estable, sin grandes diferencias ideológicas. Aglutinan claramente el espectro del centro y la derecha, a los liberales y a los conservadores. El centro derecha sólo ha sido fuerte en la España democrática cuando ese voto se ha unido. Sucedió en los mejores tiempos de José María Aznar y de Mariano Rajoy. Manuel Fraga lo consiguió en Galicia (por las singularidades y por su paisanaje), pero no en el resto de España. Sin embargo, la propuesta de integrar a Vox en España Suma sería un error gravísimo, que se la cargaría por completo.

AGOSTO está resultando un mes inquietante, en el que se ha confirmado que el país está abandonado y funciona solo, por inercia. Es como una anarquía que tiene el motor en marcha. Con los políticos de vacaciones y el presidente del Gobierno en funciones y perdido. Cuando ha reaparecido ha sido peor, porque intentó solucionar el caso del Open Arms y consiguió indignar a todo el mundo. A Salvini, a los de la oenegé del barco y a los propios inmigrantes. Por otra parte, con los políticos de vacaciones y los responsables sanitarios en la inopia, ha surgido un brote de listeriosis que es un escándalo mundial, cuya gravedad se ha minimizado. No hay dimisiones, ni responsabilidades.

ALGUNAS decisiones de los partidos políticos no son comprensibles para la racionalidad de la ciudadanía. Así se ha llegado a lo que tenemos, que es un disparate, o una política despendolada y a las bravas, que no se sabe a dónde va a parar, porque ningún partido tiene las ideas claras. En las encuestas del CIS de Tezanos puede darse el caso de que el PSOE gane las próximas elecciones con el 101% de los votos, a pesar de que Pedro Sánchez suspende como líder desde antes de la investidura fallida. Pero con este escenario lamentable, con el gobierno de coalición fallido, tampoco se puede perder de vista que la oposición está cometiendo errores.

EL retraso de Pedro Sánchez en el despacho con el rey Felipe VI no fue una simple anécdota. Es un símbolo del retraso de España. Un país que no sabemos si sufre un retraso de dirigentes, pero sí de relojes. El presidente del Gobierno se pudo imaginar que el Rey no estaba en Baleares, sino en Canarias. Hubiera sido una excusa tan tonta como la que dio: no pudo llegar a tiempo porque se había reunido con la patronal de Turismo e Industria, y salió tarde de Madrid. El retraso de 50 minutos confirma la mentalidad narcisista de Pedro Sánchez, que considera su tiempo más importante que el del Rey. Supondría que Felipe VI, como estaba de vacaciones en el palacio de Marivent, tenía todo el día para esperarlo. A él, que estaba ocupadísimo, pidiendo consejos para hacer un programa de Gobierno participativo.