HEMOS llegado al día de las elecciones andaluzas con la gente distraída. Y ha pasado desapercibido que el Gobierno de Pedro Sánchez le ha dado otro bocado de 3.000 euros a la hucha de las pensiones para las pagas de Navidad. Además de que el Consejo de Ministros aprobó un préstamo de 6.330 millones de euros a la Tesorería General de la Seguridad Social, que está más tiesa que una mojama al sol. Todo eso implica que la hucha se está vaciando. Quedan 5.043 millones, que parecen muchos, pero son pocos para las pensiones. Sólo en diciembre, con las dos pagas, la Seguridad Social debe desembolsar 18.321 millones de euros. Así que la hucha se la pueden fundir con la extraordinaria del próximo verano.

LA población de la Andalucía actual no es tan cautiva como insinúan los tópicos burdos. Insisto en algo que ya he apuntado y se nota en las encuestas: el voto urbano tiene más peso que el rural. Hay poblaciones  donde el PSOE ganaba con el 80% de los votos en los tiempos de Felipe González, y cuando estaban Escuredo, Borbolla o Chaves en la Junta. En muchas de esas poblaciones el PSOE mantiene más del 60% de los votos. Pero, con la excepción triunfante de la Dos Hermanas de Francisco Toscano, los feudos socialistas suelen ser municipios pequeños rurales, con un peso escaso a la hora de decidir. Aunque ciertamente nutren una sólida base de votos al PSOE.

LAS encuestas del CIS de Tezanos te las puedes creer o no. Ya se verá el 2 de diciembre si iban bien orientadas. Pero la derecha, después de Rajoy, ha perdido el rumbo y la compostura. Ha vuelto a la división que mantuvo al PSOE de Felipe González durante casi 14 años en el poder. Así afronta un momento que algunos ingenuos confunden con una nueva primavera. La historia se repite cuando cometen los mismos errores del pasado. Lo entendió hasta Fraga, al que le costó trabajo aprenderlo. Ahora el centro y la derecha se han dividido en tres partidos que aspiran a la hegemonía: el PP, que la tenía; Ciudadanos, que la busca; y Vox, que incordia por el extremo.

SER ministro de Fomento (y no perecer en el intento) es un buen baremo para calibrar la inteligencia y habilidad de los políticos. Antes se denominaba de Obras Públicas, que era como más concreto. Mientras que el Fomento ha quedado como más difuso y confuso, de modo que no es imprescindible ejecutar las obras públicas, sino que basta con proponerlas y dar coba a la gente. En los últimos tiempos se da por supuesto que este Ministerio debe ser para cobistas. Y así hemos llegado a José Luis Ábalos, que todavía no ha inaugurado nada suyo, por falta de tiempo, pero parece que hace mucho y no se compromete a nada. En el futuro del peaje de las autopistas se va a retratar. Al tiempo.

HAY que tener  cuidado para no convertir en mártir de Catalunya a Oriol Junqueras. La Justicia debe ser proporcionada, además de imparcial y no sometida a presiones. No se puede aplicar con dureza ni con blandura, sino como debe ser. En base a las leyes, pero también al sentido común. Condenar a Oriol Junqueras a 25 años de cárcel, como pide la Fiscalía, lo convertiría automáticamente en un chivo expiatorio, en una víctima de la causa independentista. Las sentencias deben tener un componente disuasorio, pero no se pueden dictar en plan de escarmiento. Un exceso no sólo rechinará en Cataluña, sino también en casi toda Europa. Por resumir: 25 años de cárcel para Oriol Junqueras sería como abrir una fábrica de independentistas en Cataluña.