EL retraso de Pedro Sánchez en el despacho con el rey Felipe VI no fue una simple anécdota. Es un símbolo del retraso de España. Un país que no sabemos si sufre un retraso de dirigentes, pero sí de relojes. El presidente del Gobierno se pudo imaginar que el Rey no estaba en Baleares, sino en Canarias. Hubiera sido una excusa tan tonta como la que dio: no pudo llegar a tiempo porque se había reunido con la patronal de Turismo e Industria, y salió tarde de Madrid. El retraso de 50 minutos confirma la mentalidad narcisista de Pedro Sánchez, que considera su tiempo más importante que el del Rey. Supondría que Felipe VI, como estaba de vacaciones en el palacio de Marivent, tenía todo el día para esperarlo. A él, que estaba ocupadísimo, pidiendo consejos para hacer un programa de Gobierno participativo.

CUANDO se pide que el PP y Ciudadanos faciliten la investidura de Pedro Sánchez, se olvida lo principal: ya es imposible por lo ocurrido en Navarra. Esa comunidad foral es objeto de discordia entre los constitucionalistas y el nacionalismo y el independentismo vasco. Allí el PSOE ha tenido la oportunidad de elegir: permitir un Gobierno de UPN, PP y Ciudadanos; o gobernar con la ultraizquierda y los nacionalistas vascos, además de contar con la ayuda de los proetarras de Bildu, que les dieron las abstenciones necesarias. Han elegido a Frankenstein, y han rechazado la moderación constitucional. Al PSOE ni siquiera le queda la excusa de decir que así paran a Vox, que no está en ese Parlamento por falta de votos. Si hubieran permitido el gobierno de Navarra Suma, estarían legitimados para reclamar lo mismo al PP y a Ciudadanos en España. Pero Pedro Sánchez se comporta como un truhán, que practica lo contrario de lo que pide.

CON el papanatismo de lo políticamente correcto, todos dicen lo mismo: sería una tragedia convocar unas elecciones en noviembre. ¿Y por qué? Votar es lo mejor. Ya se ha visto lo que hay. Es susto o muerte. La muerte sería un gobierno de coalición del PSOE de Pedro Sánchez con Unidas Podemos. Estas negociaciones son como el chiste de dos que se quieren casar y se han peleado desde antes de ser novios. Pareja condenada al divorcio en menos de un año. Y con unos amigos separatistas alrededor para ponerles los cuernos. Votar nunca es malo, porque deja las cosas en su sitio. A ver si estamos como en los tiempos de Franco, cuando algunos decían que las urnas son para romperlas. Sólo las temen los totalitarios y los que engañan a los votantes.

EN apenas seis meses, el PP y Ciudadanos han formado un Gobierno de coalición estable para la Junta de Andalucía, y han conseguido que les aprueben un presupuesto para este año 2019. ¡Qué envidia para Pedro Sánchez! También han conseguido desbloquear los nombramientos de la RTVA, que estuvieron paralizados durante el anterior mandato de Susana Díaz. Algunos dirán: “Sí, pero gobiernan con apoyo de Vox, esos ultras”. Pues sí, con apoyo de Vox, pero no se ha notado en sus exigencias más extremas. Y, además, Vox, también está representado en la nueva jerarquía de la RTVA, a la que querían suprimir en la campaña. Ese es el arte de pactar, que la derecha no sabe hacer, según dijo Pedro Sánchez cuando montó su pacto Frankenstein con los podemitas y los independentistas para echar a Mariano Rajoy.  Un año después, ya ven.

NO hay acuerdo político para formar un Gobierno en España porque se ha convertido en un país ingobernable. Es decir, que todas las posibilidades son contra natura. La culpa es de la gente, porque los resultados no han salido por casualidad, sino de las urnas; pero principalmente de los políticos. Y no sólo porque Pedro Sánchez y Pablo Iglesias jueguen a confundir, sino por utilizar unas reglas con las que no se puede jugar en los escenarios de la nueva política. Hasta que no modifiquen la ley electoral, tendremos problemas como los que han sufrido Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Por eso, el PP y el PSOE, entre los rigores del no es no, se han pedido auxilio mutuamente.