ALGO se muere en el alma del Gobierno cuando un ministro se va. Especialmente si es un ministro como Salvador Illa, que no es uno cualquiera, sino el titular de Sanidad, un filósofo platónico que se ha zampado más de 50.000 muertos del Covid-19, como quien no quiere la cosa, y ha demostrado buenas dotes para la simulación y la mentira. Algunos papanatas dicen que ha triunfado en el cargo. Tiene guasa que Illa sea el Ministro Maravilla. Es un acierto de Pedro Sánchez la jugada que ha puesto en marcha: por fin retira de la circulación política española a Illa y lo resitúa en Cataluña, donde se debió quedar.
HEMOS llegado al día de gloria de los vacunados. Van a empezar hoy en España, y es como poner las primeras piedras para el final de la pandemia. A la vez hacen un llamamiento para que la gente no se confíe. Hay que seguir con las medidas de seguridad. Y afirman que la vacuna es segura mientras no se conoce cuando nos llevará a la inmunidad de rebaño. Se supone que para el verano de 2021, o quizá para el otoño. Para lo que será fundamental que dos tercios de los españoles estén vacunados. Y ahí viene lo más difícil: hay que convencer al pueblo. Para ello es conveniente crear el carné del vacunado y dar ventajas a los cumplidores. Eso lo saben hasta los parvulitos de marketing.
UNA vez más, el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha encontrado un motivo oportunista para dividir a la sociedad española. Y, además, para que aparezca la Iglesia por medio, y puedan poner a los católicos como carcas, cavernícolas y contrarios a los avances científicos. Para ello han acelerado la aprobación de la Ley de Eutanasia. Y además jaleando que sólo se oponen el PP y Vox, mientras presumen de tener el apoyo de Ciudadanos (lo defendió personalmente Inés Arrimadas) y de partidos que en sus orígenes fueron democristianos, como el PNV y una parte de JxCat. Sin embargo, estamos ante una manipulación más del sectarismo de PSOE y UP, con la complicidad torpe de partidos que juegan a liberales.
EL ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (vaya nombrecito) es José Luis Escrivá, y suele ser citado como uno de los más sensatos del Gobierno, lo que no tiene especial mérito. En unas declaraciones recientes dijo que en España no se dan las condiciones de competitividad ni hay niveles suficientes de productividad para implantar la semana laboral de cuatro días (con tres de descanso), como ha sugerido Pablo Iglesias. Según parece, el Gobierno no se lo plantea. Sin embargo, ya lo han lanzado como un globo sonda. A ver qué dicen. Y a ver si se rebrincan demasiado los que trabajan siete días a la semana en sus pequeños negocios, o los que no trabajan ninguno porque están parados, o lo que sea, y pueden ver con envidia el nuevo chollo.
ES una pena que ya no haya pintores como los de antes, ni políticos tampoco. Es una pena que ya no tengamos a Tintoretto (que a las nuevas generaciones les sonará a una tienda de moda) para pintar otra vez a Susana y los viejos. Pero en la versión del PSOE. En cuyo cuadro, a la pobre Susana (que está de capa caída) habría que sustituirla por Adriana, a la que mirarían con estupor Felipe y Alfonso, dos viejos de otros tiempos, a los que dejó en muy mal lugar la portavoz del PSOE sanchopancista, que es el que mola, no el de aquellos muchachitos de Suresnes, que tan desfasados se han quedado.