HOY, cuando se juega el clásico entre Barcelona y Real Madrid, es buen día para reflexionar sobre la campaña de grupos de extrema derecha y personajes en el olvido, como Ignacio Camuñas, contra el Estado de las Autonomías. En Madrid están acostumbrados a que en los telediarios dediquen tres minutos a hablar del Real Madrid y 15 segundos a otros equipos del resto de España, incluido el Atlético. En Madrid, con el disparate de Puigdemont y Torra, algunos se han venido arriba. Empezaron pidiendo otra aplicación del artículo 155 en Cataluña para intervenir TV3, donde en los telediarios  sólo se habla del procés y del Barça, y cuatro segundos de algo más para disimular. En Madrid ya han creado una plataforma para eliminar el Estado de las Autonomías. Es decir, quieren volver a los tiempos franquistas: Madrid y provincias.

LAS encuestas de las autonómicas confirman lo que ya se sabía: en Andalucía hay un voto bastante definido: un 20% es de derechas, un 20% (o un poco más) es de izquierdas y el 60% restante oscila entre el centro derecha y el centro izquierda. Pero, indudablemente, es más de centro izquierda que de centro derecha. Aparte de las leyendas urbanas sobre el voto cautivo, el clientelismo de la Junta, y todo lo que eso originó, el motivo por el que el PSOE está gobernando durante casi 40 años en esta comunidad me parece simple: es el partido que mejor se ha adaptado a la mayoría andaluza. En la que, por cierto, el voto urbano es más importante que el rural.

ENTRE los pocos pensadores políticos que han quedado en España se encuentra Pablo Iglesias. El suyo es un pensamiento político simplón. No se lo debe creer ni él mismo, ya que es marxista del sector Groucho, y cambia sus principios con frecuencia, según le convenga. Algunos lo sobrevaloran y lo ponen casi al nivel del otro Marx, el gran Karl, en el que teóricamente se fundamenta, si bien adaptado a los indignados de hoy. Pablo Iglesias, ideas al margen, tiene una estrategia. Y hay que alabarlo, porque es de los pocos que no oculta lo que quiere: el poder absoluto. Para conseguirlo ha llegado a la conclusión de que debe hacer con el PSOE lo mismo que con Izquierda Unida: primero una coalición, después una confluencia, y por último cepillárselo.

EN pleno berenjenal catalán, ha muerto Montserrat Caballé. De ella se está diciendo que fue la gran soprano de su tiempo, la única que le disputó la primacía de ser la mejor del siglo XX a María Callas. Ella también popularizó la ópera entre unas clases sociales ajenas a esa burguesía catalana que llenaba el Liceu en los tiempos de Franco, cuando debutó. Ella tenía una voz irrepetible, que era como de claridad y soledad sonora, se podría seguir parafraseando a San Juan de la Cruz, como un cántico que llegaba de cielos muy remotos. Y ella fue un ejemplo para la Cataluña de hoy, porque era catalana y española. Nunca se avergonzó.

EN cualquier país democrático y civilizado de Europa occidental, el Gobierno de Pedro Sánchez estaría al borde de un réquiem. Sin embargo, en España, según la última encuesta publicada por el CIS, el PSOE sería el partido más votado en caso de elecciones y alcanzaría el umbral del 30% . Es verdad que esta encuesta ha servido de cachondeo, por la falta de rigor del CIS, que ha utilizado unas muestras mínimas y ha cocinado como si estuvieran en el  Masterchef político. Parece como si el nuevo presidente, José Félix Tezanos, que antes de eso pasaba por estratega del PSOE, hubiera mandando a los encuestadores y encuestadoras con la camiseta del puño y la rosa.