A Vox le puede pasar lo mismo que a algunos millonarios por azar: que se arruinen pronto. Tienen el síndrome del nuevo rico. Ha conseguido unos resultados en Andalucía que no entraban ni en sus mejores expectativas. A eso se ha sumado que los mismos encuestadores que no lo olieron, ahora le profetizan entre 40 y 50 escaños para el Congreso de los Diputados. Aunque Tezanos el del CIS (cuya cocina manda huevos) los reduce a la marginalidad. El éxito político ha pillado a Vox con el paso cambiado. El éxito hay que saber gestionarlo. Ahí es donde se les ve cortitos de estrategia. Por ejemplo, tensar la cuerda hasta forzar otras elecciones en Andalucía sería mortal para Vox. Es una tontería mayúscula.
ESTABA claro que el PSOE iba a tener un mal perder en Andalucía. Existen antecedentes históricos de que ponen el ventilador contra el adversario cuando algo no sale según sus intereses. Fue lo que sucedió cuando el pacto entre el PSA de Rojas-Marcos y la UCD, en la famosa escena del sofá con Martín Villa, para desbloquear el referéndum del 28-F, que se perdió en la provincia de Almería. Alfonso Guerra lo presentó como una traición a Andalucía. Pero decir que el acuerdo que convertirá a Moreno Bonilla en presidente andaluz es el pacto de la vergüenza, como repiten en plan loro Susana Díaz y el ministro sanchista José Luis Ábalos, es para reírse a carcajadas. Mira quién habla.
UN amigo extranjero, de nacionalidad china, de mentalidad capitalista y comunista a partes iguales, me dijo: “El gran problema de España es la gestión de algunos políticos. No solucionan los problemas del país, sino que ellos mismos los crean y después los complican”. Y yo pensé: “Pues tiene razón”. Tampoco es que este chino sea un filósofo como Platón, ni siquiera como Jean Paul Sartre, antaño más famoso que Simone de Beauvoir, que lo ha oscurecido. Pero esto se decía por el caso de Cataluña, donde el problema que padecemos ha sido creado en un 98% por unos políticos inútiles que lo siguen complicando.
EN este país tenemos un presidente del Gobierno megalómano, desnortado e insustancial, al que su coro de fieles le sigue el rollo. Culpan a los demás de sus propios males. Un ejemplo claro han sido las elecciones andaluzas, con el batacazo del PSOE. Es verdad que Susana Díaz tenía un 30% de rechazo entre los votantes socialistas, según algunas estimaciones demoscópicas. Pero la gestión de Pedro Sánchez es rechazada por muchos votantes más (algunos estiman que en torno al 60%), y espanta a casi todos los votantes otrora indecisos del centro y a gran parte del centro izquierda. Pero hundir al PSOE es su problema. El de los españoles es que va a hundir a España, ya de paso.
ESTÁN perdiendo el tiempo y facilitando las paridas. Nos encontramos en el periodo del postureo y los brindis al sol. Deberían ser más sensatos y responder a las expectativas derivadas de las urnas. En Andalucía, tras las votaciones del domingo pasado, sólo hay un gobierno posible para la Junta: una coalición del PP y Ciudadanos, a la que Vox permita el cambio, pero sin entrar en ese gobierno. Y sin exigencias que son imposibles de atender, según la legalidad vigente, aparte de ser disparatadas en algunos casos. Cuanto más tiempo pase para alcanzar un acuerdo será peor, porque solivianta el nerviosismo de los que han perdido.