EL calentamiento global se nota en Sevilla con dos semanas de ampliación del estío. El llamado veranillo de San Miguel (esos días treintagradistas de finales de septiembre) se extiende ahora hasta el veranillo del Pilar, cuya fiesta celebramos mañana. También se le podría denominar el veranillo de la Hispanidad, pero sonaría más raro. Desde luego, suena peor lo de veroño, de sencilla rima con palabras feas. Las fiestas se han designado por el calendario religioso, tradicionalmente, y no por el civil. De ahí lo del veranillo de San Miguel. Un refrán caído en desuso advertía: “Hasta San Antón, Pascuas son”. Refranes de tiempos más fríos, cuando la gente se sabía de memoria los días de los santos.

LAS primeras semanas de un centro comercial tienen el éxito garantizado en Sevilla. Es normal que llenen los aparcamientos todos los fines de semana del primer mes, y que los policías locales se harten de poner multas en Heliópolis y las cercanías de Palmas Altas, sobre todo el día que coincidió con un partido del Betis.Con ello no quiero minimizar los buenos resultados del Lagoh en sus comienzos, sino precisar que las primeras semanas no son representativas. En Sevilla (como en toda Andalucía) la novelería es un valor añadido. Incluso los que emiten quejíos por la desaparición de Vilima y Casa Marciano van a comprar al Lagoh con cualquier excusa. Desde la inauguración a las rebajas venderán todo lo vendible. Conseguir el objetivo de 14 millones de visitas el primer año es posible.

EL Polígono Sur es mucho más que un barrio pobre. Tiene una gran importancia cuantitativa, ya que allí viven unas 40.000 personas (más del 5% de los habitantes de Sevilla), aunque es imposible saber el número exacto, por no estar cuantificados los pisos okupados y los trabucados. Pero sobre todo tiene una importancia cualitativa. Es conocido en toda España, y forma parte de la leyenda negra sevillana, como un ejemplo de marginalidad y pobreza. Debido a sus especiales circunstancias, se creó un comisionado, cuyo titular es designado por la Junta de Andalucía. Con el cambio de la tortilla, está ejerciendo ese cargo Jaime Bretón, que ha llegado con muchas ganas de que el Polígono Sur sea redimido de sus males. Una parte de las mejoras necesarias dependen de la Junta, pero también del Ayuntamiento, en gran medida. Ambas instituciones deben colaborar, más allá de colores políticos enfrentados.

UNA de las grandes incógnitas electorales del 10 de noviembre en Sevilla es el resultado de Más País. El partido, o lo que sea, de Íñigo Errejón presenta por la provincia una candidatura que se puede considerar como un símbolo del podemismo serio, que no triste. La lista está encabezada por Esperanza Gómez. Casi siempre es mencionada como la profesora Esperanza Gómez, o como la senadora Esperanza Gómez, con lo que se advierte que no es una mindundi. Por el contrario, es una profesora universitaria, de Derecho Constitucional. Es decir, constitucionalista en el más puro sentido del concepto. Como lo era el profesor Joaquín Urías, pionero de Podemos en Sevilla, que hizo mutis por el foro, a poco de lanzarse al ruedo ibérico.

POR fin le ha tocado. El nombramiento de Julio Cuesta como pregonero de la Semana Santa de Sevilla le ha llegado con una década de retraso. Pero más vale en 2020 que nunca. Su nombre sonó en otras ocasiones. Hubo un año en que los diarios lo daban como seguro el mismo día de la elección por la mañana. Era un candidato canónico, en el sentido de que cumplía todos los requisitos que se consideran positivos para un pregonero. Pero hubo un tiempo en que al Consejo le dio por ser original, y por quemar los nombres de personas respetables sin ton ni son. En las primeras declaraciones de Julio, con mucha sinceridad, reconoció que se ha llevado una sorpresa y que incluso lo dudó. Dudas que se entienden, pero que afortunadamente descartó. Se merecía ser pregonero desde que terminó su labor en el Consejo.