DECÍAMOS ayer que la inseguridad en los barrios es un problema grave, que se debe atajar de raíz y con eficacia. Porque detrás se oculta un riesgo mayor, que es el deterioro de la convivencia. Puede que incluso una incipiente xenofobia, por no hablar de racismo, que suena peor y nos remitiría a la ultraderecha. Aquí todo el mundo quiere a los inmigrantes y estamos a favor de que existan albergues para los sin techo. El problema llega cuando lo abren junto a la casa de uno. Porque entonces empiezan las molestias, que a lo peor no son teóricas, ni cosas de ultraderechistas, sino una realidad cotidiana. Los partidos, y el alcalde Espadas (con tal de no perder los votos de los vecinos) les han dado la razón. Aunque Cabrera diga que las estadísticas indican lo contrario. El caso de la Ronda de Capuchinos fue curioso.

POR circunstancias previsibles, en verano hay más delincuentes y menos policías. La consecuencia es que la gente está que trina. En algunos barrios, como Pino Montano y Macarena, los vecinos han protestado enérgicamente ante lo que consideran un aumento de la delincuencia. El nivel de la indignación ha sido importante, tanto que en el gobierno municipal hay preocupación. Son distritos en los que Juan Espadas no puede pinchar, y la oposición del PP y Ciudadanos también lo sabe. Por eso, no es de extrañar que Juan Carlos Cabrera, como responsable de la Policía Local, se haya reunido con el subdelegado del Gobierno, Carlos Toscano, como responsable de la Policía Nacional, para reforzar la coordinación de ambas policías. ¿Pero no estaban coordinadas? Parece que no mucho.

EL otoño comenzó de verdad ayer, el día de la vuelta al cole para los alumnos de primaria e infantil. A partir de ese día, ya nada es igual. Cambia el tráfico en la ciudad y se alteran las rutinas domésticas. Para algunos padres es un alivio y para otros una satisfacción. Es la diferencia entre los que saben que hay que acudir al cole para estudiar y los que están deseando que los niños no se queden en casa, por motivos varios. Es curiosa la propaganda oficial. La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento abruman con unos datos que siempre se pueden resumir en dos: este año ha funcionado todo  y han abierto los colegios menos alguno raro, y este año hay récord de profesores.

EL Pabellón Real, sito en la plaza de América, ha sido restaurado por el Ayuntamiento. Para que se note, Juan Espadas acudió de visita el lunes pasado. Han dejado con buen aspecto este edificio de Aníbal González, en una restauración low cost, en la que han invertido poco más de un millón de euros. Costeado a cargo de los ingresos del Alcázar, esa gallina de los huevos de oro que tiene Antonio Muñoz para lo que haga falta del patrimonio, llegado el caso. Un buen trabajo, dirigido por la arquitecta Cristina Sánchez Mendoza. Sin embargo, ahora llegan las inquietudes con respecto al futuro: no saben qué van a instalar allí.

Primero lo han arreglado, y después ya veremos. Tendrá un uso cultural, por supuesto. En Sevilla todo lo que no tenga un uso cultural es porque se va a convertir en hotel, en apartamento turístico o en bar. El Pabellón Real no seguirá como oficina municipal de empleo. En eso les doy la razón, porque sería un desperdicio. 

EL caso del ex mayordomo del Valle se intentó llevar con discreción, hasta que no fue posible. Tuvo una repercusión evidente en la vida interna de una hermandad histórica y señera. Por eso, se debe situar en su contexto, sin extrapolaciones injustas y alejadas de la realidad. Según el auto de la juez Pilar Ordóñez, se le acusa por delitos de apropiación indebida y falsedad documental, en un desfalco por importe de 219.000 euros, entre los ejercicios de 2011 a 2015. A la espera de la resolución que tenga este caso, con todas las presunciones por medio, se puede interpretar como un ejemplo de corrupción. Si eso hubiera ocurrido en un partido, se diría que el ex mayordomo era un corrupto. El montante es muy inferior al del caso Bárcenas, claro, pero es una cantidad altamente significativa para una hermandad.