SI el alcalde de Cádiz, José María González, decía que Juancho Ortiz y quienes han criticado su viaje al Sahara son “de extrema derecha”, yo debo ser de extrema izquierda. Me ha parecido estupendo que el alcalde y Martín Vila hayan viajado a los campamentos saharauis. Así verán que en Cádiz no estamos tan mal, hay sitios peores. Y, además, que esperamos los beneficios culturales y económicos que se derivarán para Cádiz de dicho viaje, aunque todavía no lo hayan explicado con detalle. También me parece estupendo que el edil David Navarro, después de que le aprueben los presupuestos (incluso con la indulgencia de algunos que lo reprobaron), haya viajado a Costa Rica para conseguir que Cádiz sea nombrada Capital Iberoamericana del Carnaval.
ALGUNAS veces los políticos simples caen en sus propias trampas. Es lo que ha pasado con las reacciones a la dimisión de Cristina Cifuentes. Desde que ocurrió lo del máster de la Universidad Rey Juan Carlos estaba claro que era víctima de un chantaje político. Sin embargo, cuando han salido las imágenes del presunto hurto de dos cremas de cosmética (valoradas en 40 euros) en un supermercado de Eroski, algunos lo han entendido. Podemos y PSOE aprovecharon el máster para una moción de censura a Cifuentes. Aun así, Pablo Iglesias denunció ayer el “periodismo de cloacas” con el que sectores “de ultraderecha” han acabado con Cristina Cifuentes. Iglesias llegó a hablar de “gentuza para destruir a un ser humano”. Se le ha caído la venda de los ojos.
SUPONGO que Albert Rivera tiene asuntos más importantes de los que ocuparse. La semana pasada estuvo paseando por la Feria de Sevilla, haciéndose fotos con todos los que iban por allí. Después soltó lo de Manuel Valls para la Alcaldía de Barcelona. En la reunión de cargos de su partido, en El Escorial, les dijo claramente que necesitan incluir a gente nueva y valiosa para responder a las expectativas de las encuestas. Dicho de otro modo, que no lo dijo él, sino que lo apunto yo: lo que tienen, en general, es cortito, muy cortito, si se compara con las estructuras de PP y PSOE; y en algunos municipios, como Cádiz, incluso de Podemos e IU.
SOY consciente de que este es un asunto que merece alta sensibilidad. Afecta a personas vulnerables, que en la mayoría de los casos son derrotados por la vida, y tienen detrás historias tristes de marginación y soledad, a veces de desgarro familiar. Sin olvidar tampoco que existe un margen residual, derivado de lo lumpen y el desarraigo social. Por todo ello, y mucho más, los indigentes que vemos por las calles de Cádiz merecen atención y ser tratados con dignidad. Pero lo que no se puede hacer es fomentar la indigencia, como está ocurriendo. Porque el efecto llamada hace que acudan indigentes de otros lugares, trasladando problemas que nada tienen que ver con Cádiz. Y dan una penosa imagen de la ciudad.
CÁDIZ es una de las ciudades españolas que mejor ha mantenido la apariencia de su casco antiguo. La ciudad histórica de intramuros ha llegado con un aspecto reconocible hasta el siglo XXI, a diferencia de otros municipios. El grado de destrucción ha sido pequeño, porque casi todas las barrabasadas y expansiones equivocadas se cometieron más allá de las Puertas de Tierra. Algunas intervenciones en zonas de Santa María, La Viña, Capuchinos o el Balón son discutibles. Pero, en general, el Cádiz histórico es reconocible si lo comparamos con fotos de hace medio siglo, o incluso más antiguas. El problema es que muchos de esos edificios están de mírame y no me toques. Son como enfermos que lo disimulan. Tienen fachada, pero los achaques van por dentro.