ABRIL es un mes tontamente perdido en Cádiz. Sólo hay excepciones cuando el calendario determina una Semana Santa tardía. En Cádiz tenemos partidarios de las fechas fijas para todo. La concejala de Fiestas, María Romay, habló de un Carnaval que coincidiera con el 28 de febrero. Por otra parte, se supo que el Papa Francisco, recién llegado al Vaticano (como de papa en prácticas), comentó que se podría estudiar una Semana Santa de fecha fija a principios de abril. Pero nunca lo planteó en serio y él mismo lo descartó. La luna de Parasceve tiene su encanto y su historia, que es larga de explicar. Al final, todo se ha quedado en su sitio.
EL Ayuntamiento de Cádiz, a partir de 2019, ya no será lo que era. Ni, probablemente, se parecerá demasiado. Al relevo anunciado de la ex alcaldesa Teófila Martínez, el PP añade la despedida de José Blas Fernández, según ha confirmado él mismo en la información que publicó ayer José Antonio Hidalgo en el Diario. Todo el mundo político local ya daba por descartado a Pepe Blas en la lista del PP de 2019; y no por viejo, como él mismo dice, sino por esa sensación de que su veteranía es un grado (social, si se quiere), pero parece fuera de onda en estos tiempos de la nueva política. Sus tiempos se resumen en 36 años de concejal, con nueve elecciones por medio, ya que llegó cuando estaba el PSOE en la Alcaldía con Carlos Díaz. Sin embargo, su fama inolvidable la ha cultivado en los 20 años de concejal de Hacienda.
HA pasado otra Semana Santa. Entre el tiempo, los detalles y la nueva carrera oficial, se quedó la noticia luctuosa del fallecimiento de Rafael Corbacho. Recibió un homenaje en vida, cuando su salud ya estaba deteriorada, en el que las hermandades gaditanas recordaron lo mucho que aportó para que la Semana Santa tuviera un mayor reconocimiento en una ciudad donde se la ve como la pariente pobre de las fiestas locales. En los tiempos de Corbacho presidente del Consejo, para colmo, tuvo que lidiar con una generación de curas contrarios al folklore de la Semana Santa. De modo que el enemigo lo tuvo en casa, más que nada. Ayudó a un cambio de mentalidad.
EL Cristo de la Buena Muerte es una talla asombrosa, que basta por sí misma para consagrar toda la Semana Santa gaditana. El enigma de su autor desconocido ha acrecentado su leyenda. Ninguna de las diversas teorías planteadas se ha poido confirmar todavía. Durante mucho tiempo se adjudicó a Martínez Montañés, como todo lo antiguo, pero ya en el siglo XX se planteó la atribución a Alonso Cano, y más recientemente a escultores italianos de prestigio. Por encima de la autoría real, el Cristo de San Agustín es un Crucificado extraordinario, que representa con singular verismo la serena elocuencia de la muerte en la cruz.
CUANDO suenen las tres campanadas de la Madrugada, la cruz de guía del Perdón estará entrando en la Catedral. Vuelve el Perdón a las calles de Cádiz. Pero no lo hará con su horario tradicional, sino ajustado a las circunstancias. No son las mejores, precisamente, para esta cofradía, que por ese experimento de cambiar por cambiar (sin saber si es a mejor, o a peor) pasará dos veces por la calle Nueva y la plaza de San Juan de Dios, como si fuera un circuito, y estará en las calles más de nueve horas. Una Madrugada en la que aparece en las listas oficiales como única cofradía, aunque hay tres más del Jueves Santo (Nazareno, Medinaceli y Descendimiento) que entrarán cerca del alba.