EN la última reunión de presidentes autonómicos, Juanma Moreno le planteó a Pedro Sánchez la conveniencia de suspender este año la Operación Paso del Estrecho. O, en su defecto, que le explique cómo la piensa organizar, ya que afectaría a otras autonomías, además de Andalucía. El presidente del Gobierno no le contestó ni sí ni no, y daba lo mismo que respondiera esto o lo otro, pues suelen cambiar las medidas varias veces a lo largo de la semana. Se trata de un asunto importante para la provincia de Cádiz y su turismo de verano, como también lo es la llegada de pateras descontroladas. Es delicado, y no cabe la confrontación política entre partidos. La Junta de Andalucía y el Gobierno de España lo deben pactar.

CÁDIZ es así. En el resto de Andalucía (incluido el resto de la provincia, más allá del Río Arillo y el Río San Pedro), están contentos porque hemos recuperado la movilidad autonómica. Familias divididas, personas que se confinaron en el lugar inadecuado y no se podían desplazar a otra provincia, etcétera. Y algún alivio para el turismo: podrá beneficiarse de las llegadas de sevillanos y cordobeses, que no ven el mar desde hace tres meses. Y que tienen pisos en la costa, o pueden alquilar estancias de fines de semana. A eso se suma la necesidad de fortalecer la oferta gaditana para competir, en un verano que se intuye muy difícil. Sin embargo, en Cádiz, hoy se reúne la Junta Ejecutiva del COAC, a modo de sabios gaditanos de Kichi, para analizar las fechas del Carnaval de 2021, que pretenden celebrar en Cuaresma.

EN la ciudad de Madrid, el jurado del concurso del coronavirus ha decidido que toda Andalucía (las ocho agrupaciones provinciales) pase a la final, a la fase 3. Es la primera vez en la historia que una comunidad con ocho provincias cuela a todas en la final del coronavirus. Esto me recuerda a lo que ocurrió en el Carnaval de 1990, cuando Antonio Martín ganó los tres primeros premios: coros con ‘Batmonos que nos vamos’, comparsas con ‘La mar de coplas’ y chirigotas con ‘Hasta que la muerte nos separe’. Esta última no era del coronavirus, sino de legionarios. Ha sido increíble, pero cierto. Y se ha llevado una alegría el presidente de la Junta, Juanma Moreno, que quería ver en la final a su coro de Málaga y a la comparsa de Granada, igual que el alcalde de Cádiz disfruta cuando los suyos pasan a la final y pueden viajar.

EN la desescalada del coronavirus todo el mundo barre para casa, y no ven más allá de su provincia. El cosmopolitismo pasó a mejor vida. ¿A quién se le ocurriría hoy viajar a Nueva Zelanda? Todavía no se puede ir desde Jerez a El Cuervo. Están hablando de establecer corredores seguros para que los alemanes viajen desde su país hasta Palma de Mallorca, donde poseen su segunda residencia. Los germanos no son como los gaditanos, que la tienen en Chiclana. Aquí la gente se ha adaptado al terruño. Ya nadie considera exagerado que salir de Cortadura sea como ir al extranjero. Hasta que, de repente, soltaron que van a permitir los viajes, incluso entre comunidades autónomas, aunque siempre que estemos en la fase 3.

GRACIAS a la desescalada, que ha tardado tanto, algunas pamplinas están pasando a la historia. Por ejemplo, las franjas horarias. Ha sido una de las ventajas en la fase 2. Las grandes ciudades, las pequeñas y las medianas tienen ya la misma consideración que los pueblecitos como Villaluenga o El Gastor, donde se conocen todos. Gracias a lo buenos que son Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Salvador Illa y Fernando Simón, los cuatro jinetes del coronavirus, la gente ya puede salir a pasear y a correr cuando se le antoje. Y los niños pueden salir con el padre y con la madre (o quienes sean que los acompañen) cuando les parezca oportuno. Es decir, nos hacemos la ilusión de que ya vivimos igual que antes, cuando había una democracia sin mando único. Aunque con mascarillas, no olvidarse de las mascarillas.