EL pasado 4 de octubre de 2019 publiqué un artículo en esta misma sección, titulado Frenazo al velocípedo, donde comentaba que el proyecto previsto en la Zona Franca estaba de réquiem y visto para sentencia. Asimismo recordaba que esta iniciativa de Torrot seguía la estela de otros proyectos que prometen a bombo y platillo, pero después los ralentizan y a veces ni siquiera son inaugurados. El modus operandi es conocido en Cádiz, y aún más en la Zona Franca. En situaciones extremas se ha llegado a casos tan bochornosos como el de Bahía de Cádiz Competitiva, que sigue pendiente de los tribunales, pero del que se habla poco porque no le interesa al PSOE, y al parecer tampoco al PP.

EN el acto del Día de Andalucía, celebrado ayer en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, estuvo presente José María Pemán. Apareció en el discurso de Antonio Burgos, que había recibido el título de Hijo Predilecto de Andalucía, y que hablaba en nombre propio y de los demás premiados, al cumplirse los 40 años del día en que los andaluces conquistaron su autonomía. Burgos hilvanó un discurso-pregón como sólo él es capaz de hacerlo. Un ejemplo para que aprendan los que no son capaces de pregonar la Semana Santa en menos de dos horas. A Burgos le dio tiempo de retratar la historia de Andalucía en apenas un cuarto de hora. Sencillamente porque no dijo paparruchadas, sino que fue directo al grano, con su maestría.

HAN pasado 40 años desde aquel 28 de febrero de 1980. Entonces yo era un joven que lo vivió de cerca. Entonces yo era un joven que informaba de aquel acontecimiento, por lo que no hace falta que nadie me lo cuente. Entonces, en ABC de Sevilla, ejercía como redactor jefe Antonio Burgos, el director era Nicolás Jesús Salas y los redactores de Política Andaluza éramos David Fernández Cabeza y yo. Después del referéndum, David tomó otros rumbos y a mí me faltó poco. Tal fue la esquizofrenia informativa, en una Andalucía bipolar, zarandeados entre las convicciones y las presiones. Por eso, el acto de hoy es evocador. Aquel referéndum no se hubiera ganado sin Manuel Clavero y sin Rafael Escuredo, ni tampoco sin Antonio Burgos.

A lo largo de su vida una persona puede evolucionar y cambiar algunas de sus ideas. Pasa en todos los partidos. Incluso en las religiones. San Pablo, que era malísimo, se cayó del caballo camino de Damasco, y se convirtió en piedra angular del cristianismo. Santiago Carrillo, que era del PSOE, se pasó al PCE, no impidió la matanza de Paracuellos del Jarama durante la guerra civil (de lo que después se arrepintió); y más tarde, participó en las purgas soviéticas contra sus compañeros del PCE, se hizo eurocomunista, aceptó la bandera roja y gualda, se pasó al PSOE y terminó de tertuliano en la cadena Ser. ¿Y qué me dicen de Jorge Verstrynge? Pasó de ser la mano derecha de Fraga en AP a ser podemita. El caso de Pemán no es el único de un demócrata que evoluciona.

EL ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha cesado en sus funciones como diputado cunero por Cádiz. Fue elegido el 28 de abril del año pasado, y por segunda vez el 10 de noviembre. Pero no ha llegado al Miércoles de Ceniza. La culpa no ha sido suya, sino de Pedro Sánchez, que como tiene justitas las votaciones del Congreso de los Diputados ha pedido a todos los ministros que renuncien a sus actas de parlamentarios, ya que con frecuencia están comprometidos en otros menesteres y no podrían ir a votar. En realidad, a todos no se lo ha pedido, sino a todos menos él mismo y el trío de confianza: Carmen Calvo, María Jesús Montero y José Luis Ábalos. Los demás electos se han arriesgado, pues si hay una crisis de Gobierno y caen, ya no serían diputados. Aunque en el paro no se van a quedar.