LOS Reyes Magos gaditanos de 2020 serán los más mediáticos de los últimos tiempos. Probablemente, se hablará de ellos en todos los telediarios, no sólo en los de Onda Cádiz. Es un pelotazo que entre los monarcas orientales figure Alejandro Sanz, cantante de fama universal, además de Hijo Adoptivo de Cádiz; así como Antonio Martín, que es uno de los grandes autores del Carnaval de todos los tiempos, y fue galardonado este año con la Medalla de Andalucía. Y, como Estrella muy estrella, la Niña Pastori, la misma que canta aquello de Cai, entre otros éxitos. ¿Y los demás? Pues son gaditanos de base, ese es el mensaje que se ha querido transmitir con el rey mago Diego González Torres, y con el cartero real José María Caneda.

EN el Museo de Cádiz no se podrá ver la colección de Bellas Artes ni la de Arte Contemporáneo, ni la de Estatuas Romanas hasta final de año. No es por gusto, sino por las obras que realizarán durante ese periodo para reponer las monteras, que obligan a cerrar dos plantas. Por el contrario, van a permanecer abiertas, como se ha informado, la sección de Arqueología, en la planta baja, y la colección de títeres de la Tía Norica. Es probable que, en Cádiz, esto le importe poco a la gente. Aunque, culturalmente, es un gran bastinazo. Entre lo que no se podrá ver, está una parte de lo mejor del Museo, sobre todo en pintura. Cuenta con una colección injustamente menospreciada e infravalorada, que en el otoño gaditano no quedará a la vista.

EL Cádiz interior o del arciprestazgo de Intramuros (la ciudad histórica, en general) no está preparado para el tráfico de vehículos. Tampoco para los carriles bicis, que forman parte del tráfico. Y no puede funcionar como una gran bolsa de aparcamientos, en todo su perímetro, porque su espacio es muy limitado. La culpa de eso no la tiene Kichi, ni la tuvo Teófila, ni antes Carlos Díaz, ni siquiera Emilio Beltrami, Jerónimo Almagro, José León de Carranza y todos los anteriores. La culpa la tiene Cádiz, que es como es. En ese tramo funciona como una isla. En realidad, es una fortificación amurallada, que debería pertenecer al Patrimonio de la Humanidad. La movilidad, en el anillo periférico, siempre ha estado mal, aunque ahora se ha quedado peor; es decir, insoportable.

EN el reparto entre Gibraltar y La Línea de la Concepción, a la colonia británica le ha tocado la parte rica y al municipio fronterizo español la parte pobre. La Línea tiene unos 63.000 habitantes y Gibraltar en torno a 35.000. En el ranking de los municipios con más paro de España (entre los mayores de 40.000 habitantes), La Línea aparece la segunda, con una tasa del 29,50%, que sólo supera Ceuta con el 34,47%.  Por el contrario, según las estimaciones, en Gibraltar se puede considerar que hay pleno empleo, con una tasa de paro que estaría en torno al 0,50%, y sería la segunda más baja del mundo, tras la de Catar. Ese contraste tan abrumador no se debe a la casualidad. Depende, en gran medida, de los beneficios fiscales que han conseguido en Gibraltar y también de las peculiaridades linenses.

CON el Brexit y su repercusión en Gibraltar está pasando como con la frase del cuento, conocido como ¡Que viene el Lobo!, aunque procede de El pastor mentiroso, una fábula atribuida a Esopo. Se está advirtiendo que viene el Brexit, y nadie se lo toma en serio. Vuelven los rumores de que buscan otro aplazamiento. Organizan reuniones y visitas, como la del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, a Bruselas. Pero se ve venir que cuando el majarón Boris Johnson liquide el asunto, va a pillar en blanco al Campo de Gibraltar y al Gobierno de la Roca, con Fabián Picardo a la espera de un milagro. Y con el problema añadido de que intentarán evitar la nueva frontera.