LA ciudad de Cádiz es como es. No tiene terrenos para agricultura, y limita su industria a la ya existente, con el Puerto (que va a ampliar su terminal de contenedores) y los astilleros (ahora especializados en reparaciones), además de la Zona Franca, que sirve para lo que sirve, y para algunas cosas que en otras ciudades se ubican en las periferias, y que no son totalmente industriales, como supermercados, gasolineras o tanatorios. Todo aporta empleo, es verdad. No obstante, la ciudad de Cádiz, por sus especiales características, su historia, su patrimonio artístico y sus playas, debe entender que el turismo es su principal fuente de riqueza. Y no entenderlo es propio de ingenuos, por no decir de idiotas.
TODAVÍA no ha descendido oficialmente. Sin embargo, existe una evidente resignación. Un milagro sería el más milagroso de la historia del Cádiz CF. Pocos confían aún en ellos, ya que el espíritu de superación de este equipo es nulo. Han tenido varios partidos a vida o muerte (Celta, Rayo Vallecano, Mallorca) y en ninguno han sido capaces de ganar. Para salvarse, deberían ganar los cinco partidos que faltan, pues con menos de 40 puntos parece utópico mantenerse esta temporada. Se diría que el Cádiz CF acude a jugar mañana en el Bernabéu, ante el Real Madrid, para pedir autógrafos y camisetas a los rivales. La próxima temporada tendrán otros, como el Deportivo de La Coruña y el Castellón, que van a regresar a Segunda tras pasar por el pozo. ¿El pozo? Es lo que más miedo da. No sería la primera vez que, tras un descenso de Primera, cogen carrerilla y terminan dentro del pozo.
EL franquismo no ha vuelto, pero sí su modus operandi. Algunos oráculos de la fachosfera lo habían alertado. Durante las noches de reflexión, permanecía encendida la lucecita del palacio de la Moncloa hasta altas horas, y tenía un sospechoso parecido con la lucecita del palacio del Pardo. Son las horas de los fantasmas. Desde el lunes, tenemos un nuevo caudillo, que va por ahí gritando: “Españoles y españolas, la regeneración ha comenzado”. En este país se suele buscar un enemigo para regenerarlo o purgarlo, para eliminarlo, porque este país se divide en los buenos y los malos desde el siglo XIX. Y así justifican las barbaridades. Lo peligroso no es la farsa del Gran Actor, sino las amenazas.
LAS chapucerías del callejero en Cádiz no han empezado ahora, sino que vienen de siglos pasados. La lista de los 40 principales que no tienen calle está encabezada por Alfonso X el Sabio. Aunque no haya sido hostelero, bailaor, ni presidente de una asociación de vecinos, a ver si le encontramos una glorieta, barreduela, callejón o rinconcillo para la próxima vez. O incluso algo mejor. Este rey no era franquista, sino que fue el conquistador de la ciudad en 1262. Aparte de eso, como su nombre indica, era un sabio. No voy a recordar su ilustre currículo. Un gran experto en los temas alfonsíes es Rafael Sánchez Saus, catedrático de Historia Medieval de la UCA, que defiende su memoria histórica como director de la Cátedra de Alfonso X el Sabio, y como autor de infinidad de publicaciones. A su sabiduría alfonsí me remito.
EN la polémica por los cambios de nombres de las calles, la opinión de los vecinos es importante. Son los afectados. Pues si te cambian el nombre de la calle, después debes realizar gestiones para modificarlo en los documentos. Y eso, aparte del gasto que origine (nunca será millonario), es una pérdida de tiempo. “Time is money”, según el aforismo que popularizó Benjamin Franklin, que tiene calles en El Puerto de Santa María y Algeciras. En Cádiz, no. En Cádiz no todo el mundo puede perder el tiempo, pues hay muchos pensionistas y muchos parados, pero cada cual con sus cositas, su corazoncito y sus preferencias. Por ello, lo más chocante de esta polémica del nomenclátor es que los vecinos de algunos lugares, como la plaza de San Severiano, se hayan enterado cuando lo leyeron en el Diario.