EN Cádiz nunca hubo tsunamis. En Cádiz puede haber maremotos, que por lo común no se suelen repetir en menos de tres siglos, ya que el último ocurrió en 1755, coincidiendo con el terremoto de Lisboa. Los tsunamis los sufren sobre todo en Japón. La palabra es japonesa, y viene de tsu (puerto) y nami (ola), pero en Cádiz se dice maremoto, y todo el mundo sabe que se paran sacando un estandarte a la calle de la Palma. Aunque esté admitido por la RAE, no sé para qué lo llaman tsunami después de haber organizado en Cádiz un Congreso de la Lengua Española, al que no acudieron ni el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ni el entonces ministro de Cultura, Miquel Iceta, con lo que se vio que no les importa la lengua española. La próxima vez podrían organizar un congreso de la lengua japonesa. En el Pacífico hay muchos terremotos, y por eso de vez en cuando, viene la ola y se forma un tsunami a la japonesa.
MUCHOS creerán que el propósito de ganar habitantes para Cádiz es utópico. Porque, a pesar de los proyectos de nuevos pisos, es una ciudad con poco espacio para construir, constreñida por su ubicación geográfica, con la vivienda cara, con una población que se muda a municipios del entorno y con una tasa de natalidad a la baja. Bruno García lo tiene difícil. No obstante, hay un buen ejemplo a considerar: Barcelona. Ya sé que comparar la capital catalana con el Cádiz actual no es realista. Pero en Barcelona se dan todas esas condiciones antes enumeradas. Y, sin embargo, ha cerrado 2024 con el mayor número de habitantes empadronados en los últimos 40 años. Ya tiene 1.718.149, y se espera que en 2027 supere su tope histórico, que es el de 1982, cuando tenía 1.752.000 habitantes.
EN 2025, al PP y al PSOE les ha dado el frenesí por competir a ver quién habla más de viviendas. Hablar por hablar. Construir es otra cosa, y requiere albañiles. Aunque más viviendas que el PP y el PSOE juntos hicieron en los años de Franco, todo hay que decirlo. Era un dictador, pero aquel régimen sabía que mientras construyera pisos y la gente tuviera su cochecito y su pluriempleo no le harían ninguna revolución. Y se murió sin que nadie le hiciera una revolución. La revolución se la van a inventar a los 50 años de muerto. Y, de paso, quieren construir algunos pisitos, porque hay muchos necesitados. En Cádiz ya han aparecido terrenos de la noche a la mañana.
SALIÓ una princesa, entre una niebla que se paseaba, con Cádiz al fondo. Las lágrimas de los padres de todos los años, pero también el Rey y la Reina despidiendo con orgullo a su hija Leonor, que heredará la Corona de España. Princesa que se les va a Ultramar por esos mares de menta amarga. Ya escribió Rafael Alberti que la mar más verde es la de enero. Y Cádiz vuelve a ser lo que fue cuando el buque escuela Juan Sebastián de Elcano zarpa del puerto con los guardiamarinas. Es la última reminiscencia del Cádiz de Ultramar y de un puerto que fue el principal de las Españas, la entrada y salida del Reino para los que viajaban a América.
AQUEL 22 de julio de 2007, el obispo de Cádiz y Ceuta, Antonio Ceballos Atienza, coronó a la Virgen del Carmen. Quienes aquel día estábamos en la Catedral de Cádiz sabíamos que la Virgen del Carmen se había coronado gracias a Manuel Cotorruelo Solano, entonces hermano mayor de la Archicofradía, que había conseguido que se cumpliera un sueño y se rompiera un agravio. Porque durante muchos años esa petición había permanecido sin respuesta. Hoy, cuando Manolo ha fallecido, es de justicia recordar que gracias a él se consiguió que la Virgen del Carmen se uniera en 2007 a la Virgen del Rosario y la Virgen de la Palma en la trilogía mariana que Cádiz coronó por todo lo alto.