l La historia está vinculada a Al Mutamid y San Fernando, a las fundiciones, los toreros y la Artillería l Hoy el Cristo de la Salud y la Virgen del Refugio mantienen el espíritu del barrio

POR razones que se me escapan, el arrabal de San Bernardo no ha tenido tan buena literatura como otros barrios de Sevilla. Quizá porque sus vecinos, durante siglos pasados, eran gente modesta, y porque la fama legendaria no se centró en la historia del barrio, sino en las fábricas de fundición, en la Artillería, y sobre todo en los toreros, vinculados también a la hermandad, desde Curro Cúchares, Costillares y El Tato a Pepe Luis y Manolo Vázquez.

San Bernardo fue muy importante desde el tiempo de los moros, cuando era el arrabal de Ben Ahofar. La Buhaira tomó su nombre de una laguna que existió por allí, y en sus proximidades construyó Al Mutamid un palacio con jardines. San Bernardo fue importante también para los cristianos desde que llegó el Santo Rey y acampó en las cercanías para iniciar la reconquista de la ciudad. Está reflejado en los nombres de algunas calles, como Campamento, o las que evocan los milagros de Tentudía y Valme, o las devociones de Portacoeli.

l El Señor de la Ventana de San Esteban nos sigue reconfortando en este Martes Santo l Un grupo de sanitarios del Hospital de la Cinco Llagas participó en el origen de la cofradía

LOS confinamientos del coronavirus nos han dejado sin Martes Santo: ni al derecho, ni al revés, ni con un orden, ni con otro. Como en una paradoja del destino, la primera en la carrera oficial iba a ser hoy la Hermandad de San Esteban, cuyo titular es el Cristo de la Salud y Buen Viaje. Su historia recupera una plena actualidad, como si se desplazara por el túnel del tiempo, más viva que nunca, para llegar hasta nosotros.

El Señor de la Ventana ya existía en el siglo XVI. En sus orígenes, el Cristo era un busto de barro, y recibía culto en lo que había sido el morabito de una mezquita, que se incorporó a la iglesia de San Esteban, cuando fue construida. La capilla donde se veneraba el Señor tenía una ventana (de ahí su nombre popular), desde la que se asomaban y encomendaban a Él los viajeros que iban a partir por la Puerta de Carmona. Le pedían “Salud y buen viaje”, antes de salir extramuros de las murallas y recorrer los caminos, que en esos tiempos eran muy peligrosos y plagados de incertidumbres.

l En la capilla del Rosario duerme su sueño de eternidad el niño que talló a la Virgen de Guadalupe l En este Lunes Santo, de tristezas y dolores, Ella no sale y se queda junto a él

DESDE que salió por vez primera, en 1969, la Virgen de Guadalupe ha reinado todos los Lunes Santos en su paso de palio. Primero en San Bartolomé, cuando recorría las sinuosas calles de la Judería para acercarse a la Catedral. Después desde la capilla del Rosario, en la calle Dos de Mayo, en la que entró el Lunes Santo de 1977. Empezaba otra etapa, en la que salía a las calles del Arenal para sentir de cerca la brisa del río, para dejarse llevar por la corriente que la acompaña y que culmina de noche, al regresar por el Arco del Postigo, y cuando le cantan las últimas saetas y es mecida antes de entrar en su capilla.

Será un Lunes Santo diferente en el Arenal. Y no sólo porque la Virgen de Guadalupe, como el Cristo de las Aguas y la Virgen del Mayor Dolor, no estarán en sus pasos. Será el primer Lunes Santo en que faltará el niño imaginero que sacó de un sueño a la Virgen-Niña. Todas las mañanas de Lunes Santo, a la llamada de Guadalupe, acudía Luis Álvarez Duarte. Para verla de cerca, una vez más, para admirar y rezar a esa Virgen que era tan especial y querida para él.

Hoy empieza una Semana Santa sin pasos, la más triste y extraña que hemos conocido l El tiempo nos clava el puñal del coronavirus y nos deja una herida abierta en la memoria

HOY es Domingo de Ramos, pero no lo parece. No veremos al primer nazareno que irrumpe como un fantasma entre el sol tibio de la mañana. No veremos a los niños de blanco que llegan bulliciosos a la plaza del Salvador, ni oiremos el crujir de la rampa cuando baje el paso de la Borriquita. No veremos la blancura inmaculada de la Paz cobijada bajo la arboleda perdida del Parque. No veremos la ojiva de San Julián enmarcando el azul celestial del palio de la Hiniesta. No veremos el arranque valiente de Jesús Despojado en la plaza de Molviedro. No veremos a la Virgen del Subterráneo intercalando suspiros entre el azahar de la calle Doña María Coronel cuando sigue la estela estremecida del Cristo de la Humildad y Paciencia. No veremos la Gracia y Esperanza de la Virgen según Sevilla, con la cera a compás por Caballerizas. No veremos a la Virgen de la Estrella en su esperada salida de San Jacinto, desde donde los trianeros la iban a seguir hasta perderla de vista en el puente abarrotado. No veremos el Amor, con lo que eso significa. Y no veremos la Amargura, sino que la sentiremos en lo más profundo del corazón.

SEGUIMOS en la Cuaresma más rara y triste de los últimos años. Hoy, 29 de marzo del año del Señor de 2020, debía celebrarse el Pregón de la Semana Santa, a cargo de Julio Cuesta, en el Teatro de la Maestranza. En las vísperas, el Consejo de Hermandades y Cofradías hizo público un comunicado, en el que ratifica el nombramiento para la Semana Santa de 2021. También el aplazamiento del Pregón de las Glorias, a cargo de Rosa García Perea, para una fecha indeterminada, igual que el traslado de la Virgen de Montemayor. Se supone que esa fecha será en otoño de 2020, y que no se aplazará hasta el año que viene si Dios quiere.