LOS niños vuelven al colegio como si fueran al martirio en el circo romano, a ver qué pasa con las fieras. El gran problema de fondo es que acuden a una cita a ciegas, como todo lo que rodea la gestión del coronavirus en España. Es obvio que los niños no se podían quedar en sus casas o en los parques de Sevilla hasta que empiecen a tratar a la gente con la vacuna de Oxford, ojú. Los consejeros autonómicos, como Javier Imbroda en Andalucía, miraban a la ministra, Isabel Celáa, que estaba desaparecida, venida a menos desde que Pedro Sánchez la retiró como portavoz del Gobierno para poner a María Jesús Montero. La ministra Celáa se lavó las manos, la medida higiénica que mejor practican.
LA alta tasa de coronavirus en el Polígono Sur (que ya cuadruplica la media de Sevilla) debe ser manejada con mesura y sin alarmismo demagógico. Es una zona muy sensible, tocada por la literatura y el cine, que podría salir más dañada de lo que ya está. Se sabe que el vecindario responde a ciertas características sociales, pero lo que rodea al Polígono Sur se reconvierte en tópico. Podría faltar poco para que se extienda por Sevilla la leyenda de que el coronavirus castiga más a los pobres que a los ricos, y que el Covid 19 es una nueva causa de marginación social. Errores más grandes están propagando los negacionistas y grupos de iluminados que no valoran la realidad, sino que inventan fantasías.
TODAVÍA me acuerdo de la que se formó cuando en el Vaticano insinuaron que podrían permitir procesiones con pasos de Semana Santa en septiembre. Algunos capillitas casi excomulgan al cardenal Robert Sarah, que es macareno, además de prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Falsa alarma. Tampoco el Consejo de Cofradías tenía intenciones de montar un cabildo de toma de horas paralelo en Chipiona. Donde hoy debería salir en procesión la Virgen de Regla (y no saldrá), como tantas otras. Porque hoy es la fiesta de la Natividad de la Virgen. El 16 de julio con el Carmen, el 15 de agosto con la Asunción y el 8 de septiembre con la Natividad concentran el marianismo del verano en Sevilla, como en Andalucía y el resto de España. Coinciden con muchas fiestas patronales y ferias de poblaciones que en 2020 se han quedado a dos velas sin encender.
AL empezar los colegios, regresan los veraneantes. En Sevilla, el veraneante no tiene nada que ver con el turista. El arte de veranear consiste en irse de la ciudad en julio y volver lo más tarde posible. Los más relajados para cuando los hijos o los nietos empiecen sus clases. Eso era así incluso cuando Javier Imbroda se dedicaba entrenar al Caja San Fernando de baloncesto, y le importaba poco una ratio o un PCR. El regreso del veraneante era el anticipo del otoño. La nueva normalidad, pero de verdad, no la que se ha inventado Pedro Sánchez para la cogobernanza con Juanma Moreno. En Sevilla, cuando volvían los veraneantes, ya abrían todas las tiendas, bares y demás negocios que habían sobrevivido.
EN 2010 (cuando empezaba una década prodigiosa que nos llevaría de Zapatero a Pedro Sánchez pasando por Rajoy) decían que España era el primer país de Europa y el segundo del mundo en líneas de alta velocidad ferroviaria. Sólo superado por China en número de kilómetros, incluso por delante de otros países que presumían de sus trenes rápidos, como Francia y Japón. Fue en 2011 cuando consiguieron, con la mediación del rey Juan Carlos I, que adjudicaran el AVE de La Meca a un consorcio con empresas españolas públicas y privadas, un proyecto que se valoró en 6.736 millones de euros. El AVE español, que empezó en Sevilla, era una maravilla. Sin embargo, ahora se habla de paralizar algunos proyectos porque ha sido un derroche, y lo quieren poner en la picota.