EL principio de acuerdo que han anunciado Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para formar un gobierno de coalición es un reto a las matemáticas. Entre el PSOE y Unidas Podemos suman 155 escaños, que serían 158, si les añadimos los tres del Más País de Errejón. Unidos no pueden gobernar, por sí mismos. Así que necesitan otros apoyos, incluso si les añaden los siete del PNV. Pueden conseguirlo con Frankenstein; es decir, con los independentistas catalanes. Y más raramente con un rosario de partidos, entre los que parece improbable que se sume Ciudadanos, al que Pablo Iglesias ya le ha trazado la línea roja.

LOS análisis de los resultados electorales en la provincia de Sevilla destacan que ha vuelto a ganar el PSOE. Pero sería una simpleza dejarlo ahí, o limitarse a resaltar que Vox ha sido segundo, al superar por sólo 849 votos al PP, en el total provincial. En estas elecciones ha existido un corrimiento desde el centro a la derecha extrema. Miles de votantes de Ciudadanos se han pasado a Vox. En todas las elecciones hay un partido de moda. El 28 de abril fue Ciudadanos. El 10 de noviembre ha sido Vox. Sucede en gran parte de España, pero en Sevilla de forma muy acusada. Ese ha sido el fracaso del PP, por lo que no deben estar contentos. Muchos han pasado directamente de Ciudadanos a Vox, puenteando al PP, que en teoría está entre ambos partidos.

LOS resultados del 10 de noviembre son peores que los del 28 de abril. Las perversidades del último medio año han pasado factura: la izquierda se ha estancado, el centro se ha perdido y la derecha se ha extremado, con el auge de Vox. La falta de líderes sólidos se nota. Primero fue Unidas Podemos la que se cargó el bipartidismo. Ahora es Vox, cuya fortaleza deja al PP muy lejos de ganar unas elecciones en España. Esto lo sabía Pedro Sánchez, pero parece que no Pablo Casado, cuya campaña ha sido tibia e insuficiente para pelear la victoria al PSOE. Entre el helicóptero que paseó a Franco y las barricadas de Cataluña han conseguido resucitar el fantasma de las dos Españas. A eso se ha sumado el hundimiento anunciado de Ciudadanos. “Con Rivera no”, decían los socialistas en la noche del 28 de abril. Fue un error.

HA sido un éxito el congreso de las Academias de la Lengua Española en Sevilla. ¿Lo ven? Mejor que la gala de MTV. Estos congresos se disputan cada cuatro años, como los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol. O como las elecciones generales antes de Pedro Sánchez, eso ya lo escribí. Sin embargo, Juan Espadas debería hacer una oferta para que vengan a Sevilla todos los años. Al menos, Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez-Reverte, a los que siempre es un placer escuchar. La estancia ha sido de lo más productiva. Han incorporado al Diccionario (y bendecido oficialmente) algunos términos coloquiales de nuestro entorno, como capillita, besapiés, sieso y arboricidio. Ya estaba simpecado. En la próxima edición lo podrían ampliar a revirá, mudá y armao; o el uso cofrade de contraguía.

HA muerto Antonio Dubé de Luque, que no era sólo un reconocido imaginero y cofrade, sino ante todo el último inventor que le quedaba a la Semana Santa contemporánea. Antonio era de una estirpe de otro tiempo. Suponemos que la Semana Santa es eterna, pero ha tenido inventores, que sembraron una tradición. Como Juan Carrero en las Penas de San Vicente, por citar otro ejemplo, en el que una cofradía fue transformada de la cruz al palio. Antonio Dubé de Luque reconstruyó los Servitas, que siempre fue su cofradía, y que hoy resultaría inexplicable sin sus aportaciones. Pero también estuvo en el grupo fundacional de la hermandad de la Sed. Y contribuyó de palabra y obra para que la Trinidad recuperase su paso alegórico.