SE suele calificar el Miércoles Santo sevillano como el día de los crucificados. Hoy salen nueve cofradías. Sólo en dos no está presente la cruz en uno de sus pasos. El Carmen escenifica, con el Señor de la Paz, el momento de las negaciones de Pedro en el canto del gallo que está presente en el paso. Y en Los Panaderos vemos el Prendimiento de Jesús, en una soberbia composición iconográfica rematada por el olivo. En las otras siete cofradías está presente la cruz en el Calvario. En las Siete Palabras, al tener tres pasos, también lleva al nazareno de la Divina Misericordia con la cruz a cuestas. En el Baratillo, la cruz con el sudario está detrás de la Virgen de la Piedad que sostiene en su regazo al Cristo de la Misericordia.
ALGUNAS ideas son malas, pero las podemos convertir en buenas. Hagamos virtud de la necesidad. En estos días se habla mucho de los aranceles de Donald Trump. Este hombre es más malo que el Caifás de San Gonzalo. Siempre está enfadado el tío. Se ha peleado con el mundo. Pero esa idea de imponer aranceles a todo, puede tener su lado positivo. Ya no da tiempo para este año, pero para 2026 se le podría poner un arancel a los turistas que vengan a Sevilla en Semana Santa. Somos cariñosos, nada de xenofobia. No obstante, un arancel de 50 euros por cada turista sería estupendo para las arcas municipales.
DESPUÉS del Pregón se acerca lo que esperamos, que es la Semana Santa. Con el deseo de que la borrasca Olivier se vaya a Groenlandia. Y después del Pregón, ¿qué siente el pregonero? Esa es la pregunta que muchas personas me hacen estos días. Hasta que no ha llegado ese momento no sabes lo que vas a sentir. Y lo que siento es que el Pregón ya no es mío, sino que es de todos los que se han identificado con esas palabras, pronunciadas en el Teatro de la Maestranza el domingo, y recogidas en un libro que ya está en las librerías y fue presentado el lunes en la Fundación Cajasol. En resumen, lo más bonito del Pregón, desde el sentimiento del pregonero, es que otras personas lo hagan suyo, cuando te encuentras a alguien por la calle que te dice frases de tu Pregón.
EN ninguna ciudad de España se le presta tanta atención a los bares como en Sevilla. Para bien y para mal. Existe una relación de amor y odio con el sector de la hostelería. A veces los presentan como si fueran ángeles. Y a veces como si fueran demonios. Probablemente, sería más justo si no lo viéramos así. Ni blanco, ni negro. En Sevilla los bares son muy importantes. No sólo para el empleo y los negocios. No sólo para el turismo. También forman parte de la cultura y las costumbres sevillanas. Y, además, hay algunos con siglos de historia, como El Rinconcillo y Casa Morales, que en sí mismos forman parte del patrimonio histórico y artístico de la ciudad.
LAS exposiciones forman parte del paisaje artístico de la Cuaresma sevillana. Siguen la estela que marcaron las cajas de ahorro en los tiempos de la Caja San Fernando y El Monte. Aún se recuerdan aquellas exposiciones en las que Luis Becerra llevó al edificio de la plaza de San Francisco algunos de los tesoros artísticos que perdió la Semana Santa sevillana en el pasado. Esa línea ha sido continuada por la Fundación Cajasol. También es encomiable la aportación del Círculo Mercantil, con sus exposiciones de Círculo de Pasión, que va renovando. Y asimismo colabora Caixabank, que expone una colección de fotografías de José Luis Montero, ganador del premio Jesús Martín Cartaya, en el patio de su oficina de la calle Sierpes. A veces se habla de un Museo de la Semana Santa, que no existe, pero sí que tenemos exposiciones.