MUCHO se ha hablado y escrito sobre la Gran Procesión del Jubileo en Roma, en la que participó el Cachorro. Sin embargo, hay un aspecto que no se ha resaltado con la importancia que merece para la Semana Santa sevillana: en Roma triunfaron los costaleros. La cuadrilla del Cachorro, mandada por su capataz, Ismael Vargas, tuvo una intervención excelente. Y cuando comenzó a llover, y cuando llovió más fuerte, demostraron que la mejor forma de llevar un paso es con costaleros. Y que a esa forma de cargar pasos se llegó tras una evolución histórica, en la que Sevilla y sus cuadrillas han sido madres y maestras para un modelo que siguen copiando o imitando en otras ciudades.
AL viajar a Roma para la Gran Procesión del Jubileo, algunos han descubierto que existen otras ciudades en el mundo además de Sevilla. Con sus peculiaridades. Por ejemplo, se ha descubierto que los tanques a la calle en el Trastévere no se pueden hacer con la Cruzcampo sevillana, ni la Victoria malagueña, si acaso con la birra Peroni. Pero, como se supone que habían viajado con fines más piadosos, también se ha visto que Roma es de los pocos lugares del mundo donde hay más iglesias que en Sevilla. Aunque sin hermandades y cofradías como las de aquí. Y otra cuestión que llamó la atención fue la gran cantidad de vallas que colocaron para la procesión. Un itinerario de 3,7 kilómetros fue vallado al completo, excepto en un lugar: en la vía Cerchi del Circo Massimo. Y ese fue el coladero donde se montó una bulla de cangrejeo delante del Cachorro.
LA presencia del Cristo de la Expiración en Roma ha sido un acontecimiento que le aporta una nueva dimensión a la Semana Santa sevillana. Y no hay que darle más vueltas. Se puede entrar en detalles, analizando desde los parámetros localistas sevillanos, pero ver al Cachorro pasando ante el Coliseo merece todas las penas. Y verlo en el Vaticano, en un altar, en el mismo templo donde está la Piedad de Miguel Ángel, ahí quedó. En las críticas cofradieras muchas veces influye la envidia. Por no hablar del ombliguismo cateto de creer que somos el centro del universo. No es lo mismo llevar al Cachorro a Roma que comentar una procesión extraordinaria. Hay diferencias cualitativas. Esta no era una misión para robustecer la fe de los romanos. El Cachorro fue a Roma para que lo vieran allí los sevillanos y los trianeros. Lo vieron algunos más también. Y los que no lo vieron se lo perdieron.
EL Cristo de la Expiración, conocido como El Cachorro, ya está en Roma. Ayer recibió culto en la basílica de San Pedro, del Vaticano. Es un acontecimiento de singular trascendencia para las devociones sevillanas. Hasta ahora se suponía que las imágenes titulares de hermandades no debían viajar fuera de Sevilla. No hace falta recordar las peripecias surgidas hasta que la Virgen de Regla salió en la procesión celebrada en Madrid en 2011, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud y la visita de Benedicto XVI. Participaban imágenes de otros lugares de España en aquel vía crucis con pasos, llevados al estilo de cada lugar. Pero aquí se consideraba que Sevilla era diferente para esos traslados.
TRAS la elección del Papa empezaron los rastreos para mirar con lupa su pasado. En esas se descubrió que había visitado Sevilla en tres ocasiones, dentro de sus contactos con los agustinos, y que estuvo en el colegio de Santa Clara y con las monjas de la Encarnación y las de San Leandro, y que vio al Cachorro, La O, San Isidoro, Montserrat y La Mortaja el Viernes Santo de 2002 en la Puerta de los Palos. Pero también se supo que Robert Francis Prevost había coincidido antes en Trujillo (Perú)) con el padre Eduardo Martín Clemens, actual párroco de Santa Cruz. Don Eduardo fue rector del seminario de Trujillo y nombró jefe de estudios a Prevost, con el que trabajó en tierras peruanas. Esta coincidencia se puede ver como anecdótica. Sin embargo, hay que fijarse en otra cuestión: en la vida ejemplar de este sacerdote sevillano, que como el nuevo Papa también tiene espíritu misionero.