ANTES se decía “Fulanito vive a cuerpo de rey”, y no era por don Juan Carlos I, que acaba de publicar sus memorias. Sin embargo, ahora (cuando no invitan al…
LA derrota del Cádiz ante el Sevilla puede parecer engañosa. Al minuto 90 se había llegado con empate. Fue un duelo competido, en el que el Cádiz tuvo aspectos buenos…
ABEL Moreno Gómez es un triunfador. Y eso despierta la admiración en la gente sencilla, y es lo que se quedará para la posteridad. Pero también origina envidia, entre los que intentar regatear méritos. Abel Moreno es una figura de la música popular sevillana, andaluza y española, pero no siempre…
LES quedará el consuelo de que peor que ahora no van a estar, cuando se vote. El congreso del PP andaluz les ha llegado en su momento más difícil de la legislatura. Juanma Moreno se equivocó, al pecar de un exceso de confianza con la sanidad andaluza. En décadas pasadas,…

LA parábola tiene la ventaja de que puede ser del agrado de todos. Incluyo ahí a los lectores de la Biblia y a los de la revista Nature. Para los creyentes, la parábola es una narración simbólica de la que se deduce una enseñanza moral o ejemplar. Mientras que para los laicos la parábola es “una curva abierta formada por dos líneas simétricas respecto de un eje, en que todos sus puntos están a la misma distancia del foco y de la directriz (que es la recta perpendicular al eje)”. En caso de maremoto, puede haber olas parabólicas, pero se puede sacar un simpecado por si acaso. En resumen, unas parábolas se entienden mejor que otras. La del hijo pródigo es sencilla; y la del rico con el camello pasando por el ojo de la aguja también. A los ricos en el Evangelio los condenan, y en España los sacuden a impuestos Pedro y Pablo. Ser rico no merece la pena. Y divorciarse tampoco, como van a ver a continuación.
EL turismo en Sevilla funciona bien, el puente del Pilar ha sido un éxito clamoroso, lleno total en hoteles y bares… Ayer el alcalde Espadas lo proclamó con solemnidad. Pero siempre hay un pero. Por un lado, el turismo cutrefacto de los hooligans ingleses dando por saco; y por otro, que están buscando a los chinos que perdimos. Ese dato se dio a conocer (como quieren no quiere la cosa), coincidiendo con el congreso de las líneas aéreas asiáticas de bajo coste. Entonces se supo que en los primeros nueve meses del año llegaron a Sevilla 66.681 ciudadanos de China, Japón y Corea del Sur, lo que supone un 20% menos que el año pasado.
POR decirlo con propiedad, en Cádiz no gobierna la extrema izquierda anticapitalista, ni los podemitas críticos, sino que se ha convertido en el feudo del coleguismo. Después de aquellas polémicas decimonónicas entre el socialismo utópico, el comunismo científico de Marx y los grupos anarquistas, que se prolongaron en el siglo pasado, hemos llegado a unos tiempos diferentes, donde las disputas judiciales se establecen entre la Biblia y la revista Nature, que sería como una biblia científica, con sus profetas laicos de Madrid. Pero en Cádiz, ajenos a esas sutilezas, se ha inventado el coleguismo, que aspira a seguir en el poder cuatro años más. Porque unidos podemos. O eso esperan.
CUANDO la selección española de fútbol tenía su sede permanente en Sevilla no era conocida como La Roja, sino como La Selección. Eran los años en los que nunca pasaba de los cuartos de final. Tampoco pasaba con Javier Clemente, señalado como el entrenador que rompió la costumbre, después de un partido con Armenia, disputado en el Benito Villamarín, en 1995, en el que fue abroncado por no dar entrada a Cuéllar. Sin embargo, el verdadero motivo no fue ese, sino que la Federación Española de Fútbol tenía intereses comerciales para que La Selección diera la vuelta a España y jugara en otras ciudades.
ENTRE los pocos pensadores políticos que han quedado en España se encuentra Pablo Iglesias. El suyo es un pensamiento político simplón. No se lo debe creer ni él mismo, ya que es marxista del sector Groucho, y cambia sus principios con frecuencia, según le convenga. Algunos lo sobrevaloran y lo ponen casi al nivel del otro Marx, el gran Karl, en el que teóricamente se fundamenta, si bien adaptado a los indignados de hoy. Pablo Iglesias, ideas al margen, tiene una estrategia. Y hay que alabarlo, porque es de los pocos que no oculta lo que quiere: el poder absoluto. Para conseguirlo ha llegado a la conclusión de que debe hacer con el PSOE lo mismo que con Izquierda Unida: primero una coalición, después una confluencia, y por último cepillárselo.